En el sitio donde hasta hace pocos meses se levantó el Ministerio de Hacienda y Crédito Público -desaparecido para dar amplitud a la Avenida Urdaneta- existió en tiempos remotos, el Convento de las Monjas Carmelitas. Para los años de 1725 vivía en una vieja casona situada al sur de la Iglesia de Altagracia, la matrona Doña Josefa de Ponte y Aguirre, quien para aquella fecha pidió y obtuvo de su Majestad el Rey, convertir su casa en un convento, dedicado a las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa. Para el 12 de octubre de 1736, el beaterio que ocupaba el recién instalado convento, estaba listo, con su rebaño de mujeres que se querían dedicar de por vida a la oración y penitencia. El acto inaugural se efectuó, no obstante, en 1739, debido a los escándalos que había levantado en la opinión pública, la historia de apariciones en el convento de Santa Rosalía. Fue Priora de este Convento de las Madres Carmelitas, Sor Josefa de San Miguel, traída por el Arzobispo Escalona de la colegiata de México, cuando aún los ánimos estaban alterados con la leyenda de "las disciplinas de Santa Rosalía". Refieren las crónicas que la Cofradía de Mulatos, que construyó para su gremio la Iglesia de Altagracia, construida a sus propias expensas y con su mismo trabajo, culpaba a las "monjas carmelitas" de haber interrumpido la construcción del segundo cuerpo de las torres del Templo. Esta torre fue clausurada, debido a que los niños del colegio irrespetaban desde allí a las monjas entregadas a sus quehaceres y oraciones. El Convento de las Carmelitas tomaba parte activa en todos los acontecimientos espectaculares que se suceden en la vieja ciudad colonial. Entre estos sucesos se cuenta el acto de las exequias del General Brigadier, Don Pedro Carbonel, Pinto, Vigo y Correa, Gobernador y Capitán General de Venezuela hasta 1729, en que una dolencia le separó de su cargo. En el oratorio de las Carmelitas fue inhumado el cuerpo del Capitán General con arreglo al Protocolo, que establecía invertir una buena suma para el difunto pudiera recibir tales honores. El catafalco, levantado en la iglesia costó 940 pesos; los músicos que solemnizaron el acto, cobraron 777 pesos; por las misas cobraron las reverendas Carmelitas 330 pesos; 1,000 pesos fueron repartidos a los menesterosos y 205 pesos a las "familias vergonzantes". Las monjas carmelitas trabajaban en viandas y confituras para las familias caraqueñas de la época, y todo parecía que marchaba bien, hasta que Guzmán Blanco, el año de 1874 decretó la extinción de las congregaciones religiosas en todo el país. Con esta orden fueron echadas a la calle las religiosas que por muchos años se habían retirado del mundo dedicándose a la oración. Muchas de ellas volvieron a sus hogares hasta su muerte, otras se dedicaron al trabajo. El año de 1874, ya reformado el convento de las Carmelitas, se instaló allí la oficina de la Tesorería. Más tarde ocupó el edificio completamente refaccionado, el Ministerio de Hacienda y Crédito Público hasta su reciente desaparición. En el año de 1882 se restó a la casona un pedazo para abrir el Pasaje del Centenario, el cual tenía salida para la sacristía el templo de Altagracia y unas escaleras que daban a la calle por el frente del Ministerio de Fomento. Durante el Gobierno de Andrade fue decretada la estatua pedestre del Licenciado Don Francisco Aranda en aquel sitio, homenaje que no se efectuó por haber sido derrocado el gobierno. El gobierno de Cipriano Castro decretó la demolición de este pasaje para emplazar el "Palacio de Hacienda" que construyó Alejandro Chataing en 1906. En su decoración intervino el pintor venezolano Herrera Toro. Al frente diagonal, donde se encuentra la Casa de Correos, estuvo la regia mansión señorial del Conde de Tovar. "En los valles de Aragua, del Tuy, en los Llanos y en la costa del mar, poseían potreros, vegas, montes, acequias, arboledas de cacao, plantaciones de algodón y añil, trapiches e ingenios; casas, tierras y esclavitudes, todo aquello para la opulenta casa de los Tovar, escribe Enrique Bernardo Nuñez. La casa de los Tovar conservó su fachada "palaciega" hasta 1933, en que fue habilitada para la oficina de Correos. En sus vastas estancias estuvo instalado un tiempo el Ministerio de Guerra. En su gran salón se hallaba el retrato de Carlos III. Durante la guerra de los 5 años se transformó en residencia presidencial. Esta casa fue visitada por los sabios Humboldt y Bompland durante su estadía en Caracas. Refieren los cronistas que el Conde Tovar contribuyó con 500 pesos para lograr la captura de Francisco de Miranda, en 1806. Un espectáculo que miraban los caraqueños de aquellos tiempos, era la silla de manos llevada por esclavos de librea, en la cual el ya viejo Conde de Tovar se hacía trasladar a las reuniones de los promotores de la "Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII", entre Sociedad y Camejo. La hija mayor del Conde de Tovar se refugió un día en el convento de las Carmelitas que estaba justo al frente de su regia mansión. La niña se ponía melancólica cuando oía las campanas llamando a las monjas a la oración. Pero regresó nuevamente a su hogar cuando las congregaciones religiosas fueron extinguidas por el decreto guzmancista. Del viejo convento de las Carmelitas, donde se oyeron los cánticos litúrgicos en las tardes otoñales, sólo queda el nombre de la Esquina de "Las Carmelitas". Y algo de la casa del Conde de Tovar.
"La hija mayor del Conde de Tovar se refugió un día en el convento de las Carmelitas que estaba justo al frente de su regia mansión. La niña se ponía melancólica cuando oía las campanas llamando a las monjas a la oración. Pero regresó nuevamente a su hogar cuando las congregaciones religiosas fueron extinguidas por el decreto guzmancista."
ResponderEliminarAlgo duro de creer que una hija del Conde de Tovar que debe haber nacido hacia 1774-75 (el Conde murió bisabuelo en 1811) haya "regresado a su casa" luego de la extinción en 1874 del Convento, por Guzmán Blanco. 100 Años de Soledad !
Gracias Juan. Aqui otro link http://libertadpreciadotesoro.blogspot.com/2008/06/correo-de-carmelitas.html
ResponderEliminarMagda