lunes, 16 de junio de 2008

Acuerdo urgente


EL IMPULSO - fecha de publicación: 16/06/2008 - El temor a otra "pírrica" victoria en las elecciones regionales de noviembre por parte de la disidencia venezolana, que podría imponer sus candidatos en diez estados, o quizá más, tiene sumido al héroe del Museo Militar en la nada edificante tarea de desdoblarse, en el truco de partirse en dos mitades, una de las cuales niega trágicamente a la otra. Es éste, sin lugar a dudas, el más grotesco de todos sus malabarismos. Ya no se trata de falsificar la historia, como lo ha hecho, para perpetrar desmanes en el nombre de Bolívar, defenestrar a Páez luego de bautizar una de las misiones con su legendario "Vuelvan caras", y rescatar de los pantanos a Zamora. Ahora va más allá. Más allá de desmentir y prohibir la realidad, suplantándola con sus ruinosos delirios y colchas de doctrinas dispersas y superadas. Va incluso más allá del "hombre nuevo", que él promete engendrar, en serie, resignado, con viejas cadenas y grillos hincados en los pies. Esta vez reniega de sí mismo. Al menos pretende hacernos creer que también él detesta ese lado suyo que ha obrado, ya, durante casi una década, con intolerable bellaquería y comprobada mala fe. Tomemos dos botones, que bastan como muestras del carácter bipolar al cual aludimos. Una de las caras de su personalidad afirmó el 11 de enero de este año, en la Asamblea Nacional , y lo repitió, como es sabido, hasta el cansancio, que "las FARC y el ELN no son terroristas, son verdaderos ejércitos y hay que darles reconocimiento". Y, ¿qué dijo el 8 de junio, es decir, hace apenas ocho días? Veamos: "Yo creo que llegó la hora de que las FARC liberen a todos los que tienen allá en la montaña, a cambio de nada. En este tiempo no se justifican los movimientos guerrilleros en América Latina". En unas semanas la guerrilla colombiana pasó de ser un "verdadero ejército", a la triste condición de turba desalmada y anacrónica. Alguno de sus dos lados, quién sabe cuál, voceó el 31 de mayo, en el Teatro Teresa Carreño, horas después de firmar con alardes la Ley del Sistema Nacional de Inteligencia y Contrainteligencia: "Vamos a salir a defender esa ley antiimperialista, de seguridad para el país. ¡Es antiterrorista! (…) Ayer, los grandes titulares de los diarios y las televisoras, atacando la ley, tratando de confundir al pueblo, afirmando que la ley va a permitir la represión". Pero esto alegó a través de su costado embaucador, este martes 10, en Miraflores: "Aquí metieron algo, esto, los artículos, el 20 por ejemplo, la legalidad de la prueba. Es inconveniente. No sólo es inconveniente, es en verdad contrario al espíritu que a nosotros nos mueve. Es contrario a la Constitución, no tengo duda en decirlo". ¿Qué cuento es ése de que "nos metieron" unos artículos indeseados? ¿Aquí se ha llegado a tal grado de irracionalidad que un Presidente "sale a defender" leyes tan delicadas y gravemente atentatorias, habiéndose consumado su promulgación y publicación en Gaceta Oficial, sin siquiera leerlas ni detenerse a analizar? Ya no funciona que el mandamás apele a la argucia de exhibir el lado "inocente" de su temperamento cada vez que algo le ha salido mal. De nada vale descubrir en estos momentos cuál de los ámbitos de su compleja personalidad tiene a los militares gritando "patria, socialismo o muerte". Ni, tampoco, cuál de sus lados ha amputado la democracia, envilecido las instituciones, fomentado la hostilidad social, y criminalizado el pensar distinto. Sería una lástima que la oposición no repare en la lectura que estos signos de decadencia oficialista plantea. En Lara, al menos, no se sienten los aires estimulantes que se respiran en otras entidades. Como nos ha dicho alguien, aquí se puede ganar pero se está perdiendo. Es hora aún de rectificar. Pero esa hora toca a su fin. Combatir a un régimen sin asegurar aportes ciertos a un acuerdo unitario, y confiable, que, por los datos que se conocen, luce urgente, inaplazable, sería tan condenable como aquella otra manifestación de bipolaridad.

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