martes, 2 de febrero de 2010

El futuro de las naciones se cocina en el aula


Por: Bernardo Kliksberg (*) - La educación es clave para el futuro de las personas, las familias y los países. Recientes mediciones en los EE.UU. muestran que es el mayor preventivo anti delincuencia. En­tre los que terminaron la escuela secundaria, los detenidos en cárceles son 1 de cada 35. Entre los que no la finalizaron, 1 de cada 10, es decir, un 350% más. Quienes completaron un grado universitario ganan 74% más que los que no lo hicieron. En los países con educación universal garantizada hasta casi terminar la universidad, como Noruega, la pobreza es cero. Los países líderes en el mundo en inversiones en educación, como los nórdicos, y los asiáticos, encabezan los rankings de progreso tecnológico y competitividad. Una América latina preocupada por la inseguridad ciudadana, los altos niveles de pobreza (34% actualmente con los 9 millones más de pobres que se agregaron en el 2009 a causa de la crisis exportada), las desigualdades y la competitividad de sus economías debería prestarle la máxima atención. Con avances, los déficits son considerables. Seis millones de jóvenes entre 15 y 19 años no terminaron la escuela primaria. Sólo el 43% de los niños terminan la escuela primaria a tiempo, en la edad y número de años previstos. No finalizan la secundaria el 70% en Guatemala, Honduras y Nicaragua, y el 50% en Bolivia, Brasil, Colombia, Panamá y Paraguay. Las deserciones en primaria y secundaria están totalmente correlacionadas con las desigualdades generales de la región. En el 20% más rico la terminan 4 de cada 5, en el 20% más pobre sólo 1 de cada 5, mientras que en el 20% más rico, la quinta parte termina la universidad, en el 20% más pobre es sólo 1 de cada 100. Las causas de las deserciones son muy concretas. Una es la desnutrición, 16% de los niños padecen de desnutrición crónica. Otra es el trabajo infantil, el 11% de los menores de 14 años trabajan duramente para agregar ingresos a sus hogares. Una tercera es la desarticulación familiar. Ante carencias críticas las familias pobres se desintegran con más facilidad. Contar con una familia articulada es decisivo para la motivación, y el rendimiento de los niños en la escuela. Se crea así un “círculo perverso”. Entre los jóvenes cuyos padres no terminaron la primaria sólo terminan la secundaria 3 de cada 10. En aquellos que tienen padres graduados universitario, la completan 9 de cada 10. Por otra parte mientras las familias de mejores recursos económicos, hacen lo posible en un mundo tan competitivo para que sus hijos prolonguen sus estudios y hagan incluso posgrados, las pobres no tienen otra alternativa que tratar de que trabajen cuanto antes para sumar ingresos, y por tanto corten sus estudios. A todo ello se suman las carencias agudas de recursos de la educación pública, la única accesible para la gran mayoría de la población, que repercuten en su calidad. Entre otros aspectos, de acuerdo con el estudio SERCE-Unesco (2009) el 20% de las escuelas no tienen agua potable, un 33% no tienen baños suficientes, un 47% carecen de bibliotecas. Por otra parte la situación del recurso más importante de la educación, los maestros, es difícil en la región. Los salarios son muy bajos, las posibilidades de perfeccionamiento y de carrera, limitadas. El 36% de los maestros de 6º grado tienen otro trabajo para poder subsistir. Se crean así circuitos educativos diferenciados. Las oportunidades en educación son muy distintas para los diversos estratos sociales, y ello va a incidir directamente en sus chances en el mercado de trabajo. Las desigualdades en los años de educación recibidos y su calidad refuerzan las inequidades de la región, que son las mayores de todos los continentes. Es una obligación de una sociedad democrática, dar oportunidades de educación a todos en el siglo XXI. Hacerlo requiere en primer término, invertir recursos. Mientras que Dinamarca gasta en educación primaria u$s7.949 por alumno; Francia, u$s5.224; España, u$s4.800; México dedica u$s1.604; Colombia, u$s1.257, y Perú, 446 dólares. El gasto público en educación es en América latina el 4,1% del Producto Bruto, a distancia del de los países en desarrollo –4,5%– y de los desarrollados, 5,3 por ciento. No se puede alegar falta de recursos. Cuanto más haya, mejor, pero siempre habrá un tema de cómo se priorizan. Entre otros ejemplos Costa Rica decidió cambiar su Constitución para colocar en ella que el gasto en educación no debe ser menos que el 6% del Producto Bruto Nacional. La Argentina dictó una ley que obliga al Estado a llegar en el 2010 a ese mismo porcentaje. Uruguay desarrolló en la gestión del gobierno reciente el Plan Ceibal que universalizó el acceso a Internet en los 350.000 alumnos de sus escuelas públicas. Se necesitan políticas públicas “activistas” a favor de la educación, deben ser acompañadas de vigoro­sos programas de responsabilidad social empresarial en esta área, y de la movilización permanente de la sociedad civil a favor de ella. Hoy en América latina a cada niño al que se le niega de hecho la posibilidad de estudiar se lo está con­denando a ser un excluido o marginal en su sociedad, y en el siglo XXI. Es una afrenta ética y una violación de derechos humanos básicos que es hora de que termine.
(*) Orden al Mérito Civil 2009 del Gobierno de España. La más reciente obra del autor es Primero la gente, escrita con el Premio Nobel de Economía Amartya Sen.
http://www.elargentino.com/nota-74183-El-futuro-de-las-naciones-se-cocina-en-el-aula.html

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