lunes, 22 de febrero de 2010

La encuesta ¿una trampa tornadiza?


Por: Miguel Bahachille M. - miguelbm@telcel.net.ve - Uno de los reproches más frecuentes que se hace a la industria de las encuestas, sobretodo las políticas, es la forma como se establece la interacción entre encuestador y encuestado. Las dudas son muchas sobre todo si se toma en cuenta la complejidad cultural de cada estrato y su forma de comunicarse. ¿Ciertamente se crea una auténtica comunicación recíproca entre las partes? No es una sutileza suponer que en el concepto de comunicación recíproca debe estar implícita una correlación de igualdad aproximada entre las partes que se comunican. En otras palabras, es muy difícil producir una interacción franca en ambas direcciones si persiste la irresolución básica respecto a lo económico, político, racial o de la índole que sea, entre entes con valoraciones y pensamientos vivamente disímiles. Cuando se instituyen artimañas tendentes a reducir o eliminar la igualdad del intercambio, como por ejemplo lo que se designa como "consulta tutelada", la correlación se transforma instantáneamente en manipulación o explotación unidireccional. Si el interrogador está en condiciones de hacer sentir su fuerza o su poder sobre el interrogado, ya sea por el lugar que ocupa o por el papel al que está asociado en la estructura social, la encuesta se convierte en un instrumento potencial de opresión y coerción. ¿Qué puede pensarse de las encuestas que ordena Merentes si sus interrogadores van al terreno cargados de intemperancia y prepotencia? ¿Y de las encuestas edulcoradas costeadas por el oficialismo? Si se admite que el encuestador representa, de un modo u otro, a las capas dominantes de una sociedad estratificada como la nuestra, es lógico suponer que éste opondrá sus propios intereses al de los otros. Su juicio descansa sobre una filosofía que no interpreta la pluralidad de todos los estratos sino los términos más realistas de la pirámide que representa en cuyo vértice se concentra el poder. La más peligrosa de las encuestas es "la falsaria". Esa que viene con el viento y que manipulan el Presidente y sus adictos para propagar datos ficticios a su antojo como por ejemplo los relacionados con inflación, pobreza, crecimiento económico, educación, salud, viviendas, servicios, seguridad y, el peor de todos, expectativas de esperanza futura de los más necesitados que aún sueñan con un milagro. Desde el punto de vista conceptual, la encuesta podría ser un signo tecnológico neutral; pero cuando se le manipula con crueldad comienza a desempeñar un papel político que sirve a objetivos, casi siempre, antisociales. Entonces comienza a formar parte del arsenal sincronizado que se utiliza para controlar y manipular. ¿A qué nos lleva todo esto? Si bien los datos de las encuestadoras constituyen una herramienta de trabajo orientadora; a la par pueden convertirse en una quimera intensamente demoledora. La euforia instituida en una relación numérica, así venga acompañada por los llamados Focus Group, usualmente controlados por un moderador que hace las preguntas, puede convertirse en el peor enemigo del aspirante casualmente favorecido. La política es un concepto intenso que va más allá de la magia de algún guarismo tornadizo. La oposición, no obstante sus precarios recursos económicos, tiene una buena oportunidad para revelarse como genuina opción. La encuesta ayuda, pero no puede convertirse en el centro del debate como sí lo es la multiplicidad de conflictos que aquejan al individuo y la colectividad. ¡El mejor aliado proselitista está en la calle; no en un número!

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