lunes, 8 de febrero de 2010

Chavez, yo no tengo la culpa


Por: Jesús Fernando González Cazorla - EXORDIO: Ante las declaraciones del Presidente Chávez acerca de que no hay tierras privadas y de satanizar a aquellos que tenemos una finca y que vivimos en las ciudades yo debo reclamarle a Chávez de que “yo no tengo la culpa…”. Yo, como Chávez, fui un venezolano que nació muy humilde, que estudió y que este país le dio la oportunidad de ingresar a las Fuerzas Armadas y graduarnos de oficial. Como Chávez, mi papá, Paco Regalado, trabajaba en Caracas, pero tenía una finquita llamada “Menudito” en Barinas, así como Hugo padre trabajaba en Barinas y tenía su finquita “La Chavera” en Camirí, como a 40 minutos de Barinas; claro, ambas familias teníamos un encargado y peones que nos la cuidaban. Claro, hubo una gran diferencia entre Chávez oficial y yo; eso fue que yo me preocupé por cultivarme, estudiar y hacerme de otras carreras profesionales así como cultivar el hábito del ahorro e invertir parte del dinero que producía para así construir una pequeña fortuna que me permitió, una vez retirado, montar un humilde negocio que me permitió adquirir una modesta finquita (4 has), una casa, unos vehículos y vivir sin lujos, honrada y cómodamente. Ahora, yo no tengo la culpa de que usted, Chávez, haya sido un fracaso como estudiante y lo rasparan en bachillerato y en los cursos de especializació n militar, y que no haya podido ni siquiera lograr un título universitario para que entendiera que el comunismo y el socialismo son la repartición de la miseria; y que son sistemas muy lindos en teoría pero utópicos en su implementación. Sistemas fracasados en los países que lo implementaron. Yo no tengo la culpa de que usted haya sido un fracasado como oficial y que lo hayan retirado por delinquir contra la Constitución al intentar un golpe de estado. Yo no tengo la culpa que usted no haya tenido la capacidad de administrarse para, honestamente, con el dinero que producía, comprarse al menos una granjita como lo hizo su papá o su hermano Argenis. ¡Ah! pero bastante que disfrutaba la finquita del viejo mientras usted vivía en Caracas o en Barinas; y bastantes fiestas que hacía en ella. Y me consta porque en algunas compartí con usted, en las que lo oí cantar (o chillar) sus coplas al pie de un arpa y degustar de algunos palitos de escocés al lado de nuestros compañeros y amigos. Entonces, ¿cómo es eso que ahora los que vivimos en la ciudad no tenemos derecho a adquirir, comprar o tener una finca? ¿Cómo es eso que ahora no podemos tener fincas porque según usted no hay tierras privadas? ¿Cómo es eso que ahora Quero Silva, Tobías Carrero, o cuanto rico hubo en Barinas, no pueden tener una finca porque usted se la expropia, mejor dicho se la roba? Nosotros no tenemos la culpa de sus frustraciones, ni de las frustraciones de cuanto bicho de uña en este país no tenga nada. Yo, y todos, tenemos el derecho “a tener”, porque yo me quemé bastante las pestañas estudiando para graduarme y aprender a ser mejor, en lo que estudié, que los demás. Yo tengo derecho “a tener” porque yo me jod… trabajando y no malgasté lo que me ganaba; y así, honestamente y sin robarle medio a nadie, porque nunca he trabajado en gobierno alguno, adquirí lo que tengo para, con toda la humildad del mundo, vivir cómodamente. No puede ser socialismo que los mediocres, que los fracasados, que los flojos, los ignorantes, reciban el premio del fracasado mayor de abusar de la autoridad que le dimos por engaño, para que nos atropellen, para que nos roben lo que nos ganamos, y para que sin esfuerzo de vida alguno se lo den para que la comercien y se aprovechen de ello. Porque entiendan que esos jamás tendrán capacidad para ponerlas a producir. No, comandante, eso es Injusticia Social, que definitivamente va a terminar en “Rebelión”, la rebelión de los capaces contra los fracasados, los incapaces, los mediocres que todos los días crecen más a su alrededor. ¿O es que usted no se da cuenta que ya sólo eso es lo que queda en su gabinete? Recapacite. El llamado es a todos para que echemos el miedo a la espalda. Este régimen se mantendrá mientras haya mediocres que obedezcan, o bien por arrastrados o vendidos por una prebenda, o bien por cobardes al dejarse atemorizar a perder lo que tienen, que al final si no lo luchan de todos modos lo van a perder tarde o temprano. Señores: el llamado es ¡A luchar!

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