lunes, 28 de septiembre de 2009

Guayana


Por: Rafael Arráiz Lucca - rafaelarraiz@hotmail.com - Son tantos los dolores que nos ha proferido una década de gobierno deChávez que inventariarlos es tomarle el pulso a un proyecto de destrucción nacional. Entre ellos, me afecta especialmente lo deshecho en Guayana, pueslo hecho allí a partir de 1946, en algún sentido, es motivo de orgullo para la venezolanidad. Si alguna vez la frase de Uslar Pietri, "Sembrar el petróleo", halló un camino, fue en la Guayana hidroeléctrica. Allí, el Estado venezolano se propuso utilizar la fuerza del Caroní para convertirla en energía y lo logró. No sólo la Central Hidroeléctrica Raúl Leoni, sino las otras de menor tamaño que se alimentan del río, son fuente de energía no petrolera. A su vez, aprovechando esta energía y los recursos minerales se instalaron las industrias del hierro y el aluminio. En este proceso, el general Rafael Alfonzo Ravard fue fundamental, pues siendo un joven oficial del Ejército, el primer gobierno de Rómulo Betancourt le encargó los primeros estudios de factibilidad para encauzar la fuerza de Caroní y, desde entonces, y hasta su asunción de la Presidencia de Pdvsa, en 1976, estuvo al frente del desarrollo de la zona. Presidió la Corporación Venezolana de Guayana, creada por Betancourt en 1960, precisamente para coordinar el norte de convertir el dinero proveniente del petróleo en industrias alternativas y productivas. El otro personaje de enorme importancia en esta historia venezolanísima fue Leopoldo Sucre Figarella, un tumeremeño que no soltó las riendas del desarrollo de la zona y continuó el trabajo iniciado por otros, con una febril voluntad de trabajo. La República tuvo entonces la fortuna de la continuidad administrativa y técnica en estos dos venezolanos de excepción, y en un equipo de profesionales que sería imposible nombrar en tan poco espacio. No obstante lo dicho, está claro que algo en el modelo no funcionó desde un comienzo, pues mientras las empresas estuvieron administradas por el Estado arrojaron pérdidas y fueron un peso muerto para el Fisco Nacional, agobiadas por un descontrol en los costos. Sólo cuando fueron privatizadas dieron ganancias, como es el caso de Sidordurante los años recientes en que fue dirigida con criterios de productividad. Pero esta constatación no invalida lo emprendido, sino que demuestra que se puede corregir el rumbo. El deterioro de Guayana se ha profundizado hasta la postración en años recientes. Los errores son ingentes: desde el Gobierno se ha atacado al movimiento sindical natural, creando otros paralelos en conflicto; se han nacionalizado empresas y al hacerlo, en apenas seis meses, comenzaron a producir pérdidas, como es natural cuando se administra con criterios políticos y no empresariales, sin atender a la urgencia sustancial de toda industria: producir. La cifra de dirigentes sindicales asesinados por el sicariato, fruto de la pugna por los puestos de trabajo, alcanza 117, mientras la justicia brilla por su ausencia. Esta mortandad es reciente y debe guardar relación con la fractura del movimiento sindical propiciada desde el poder central como pieza de un proyecto político. El desempleo en la zona se acerca a 24%, según cifras autorizadas. La totalidad de las industrias trabaja a menos de su capacidad y el futuro habrá que verlo con esperanzas porque el presente no puede estar peor. ¿Por qué tantos errores y tanta insensatez? ¿Por qué no aprender de las experiencias e insistir en fórmulas imposibles? ¿Por qué puede alguien abrazar ideas fracasadas y desconocer las que son efectivas? ¿De dónde surge tanta necedad? ¿Dónde se formaron estos hombres que nos gobiernan?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su Comentario