sábado, 11 de abril de 2009

Editorial de Analítica


Por: Emilio Figueredo - Lo que debería ser un período de recogimiento y de reposo espiritual se ha convertido en una rumba perpetua. Hay un dicho que sostiene que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, desgraciadamente pareciera que así lo es en nuestro país. Que un gobierno tenga la desfachatez de decir que siente una brisa fresca con la injusta condena a los comisarios y policías, es más que una irresponsabilidad es una provocación más de las que ya nos tiene acostumbrado el actual inquilino de Miraflores. ¿Cabe ciertamente la pregunta por qué el Presidente se ausenta cuando se viola abiertamente la Constitución? ¿Será que cree que los venezolanos son imbéciles y pensarán que el no tuvo nada que ver? En todo caso poco importa lo cierto es que la máscara democrática está tan agrietada que deja ver el rostro habitual en América Latina del caudillismo militar con discursos populistas. ¿En qué se diferencian las dádivas que se otorgan bajo los nombres heroicos de personajes de la guerra de independencia con el plan de emergencia del almirante Larrazabal, en el entendido que éste nunca fue un militar felón? Ambas son formas accidentales para paliar problemas real empero no son soluciones definitivas. El nombre real es planes de emergencias y en realidad no se les puede pedir más porque el proceso de educación que reciben nuestros aspirantes a oficiales no tiene por qué enseñarles a crear empresas y mucho menos a manejarlas. A la prueba nos remitimos ¿Cuántas empresas productivas ha creado el gobierno en estos diez años? ¿Cuántas empresas han cerrado como consecuencia de la política económica del gobierno? ¿Cuantos venezolanos tienen empleos productivos que les permiten gozar de los beneficios de la seguridad social? ¿Cuántos dependen del régimen asistencial de emergencia creado por el gobierno?

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