sábado, 14 de marzo de 2009

Vía Libre

Editorial Analítica Por Emilio Figueredo - Uno de los aspectos menos comprensibles en la actitud del gobierno: es el de oponerse sistemáticamente a las buenas iniciativas de los gobernadores y alcaldes de la oposición, aunque esta reacción acarree una reacción popular negativa para el gobierno. Un caso emblemático son los esquemas de soluciones que para aligerar el tránsito terrestre han propuesto, tanto el Alcalde Mayor como el Gobernador del estado Miranda. La respuesta del gobierno y de sus órganos judiciales ha sido la de declarar ilegales las medidas adoptadas por los mandatarios de la oposición. La respuesta, por demás inteligente, de los gobernantes regionales ha sido confiar en la solidaridad de la gente y por lo tanto proponer soluciones de carácter voluntario. El éxito de las medidas ha sido tal, que el gobierno no se le ocurrió nada mejor que tratar de impedir con la Guardia Nacional la creación de un canal de vía rápida de Guarenas a Caracas, lo que ocasionó de inmediato una reacción de los usuarios que “convencieron” a las autoridades policiales del gobierno que mejor era no insistir.¿Qué lección se puede sacar de estas medidas que basan su efectividad en la cooperación voluntaria y espontánea de los usuarios? Que la solidaridad, la cooperación y la confianza en las medidas propuestas, son una buena solución a uno de los tantos problemas que perturban la vida de los venezolanos en su cotidianidad.Si los dirigentes de la oposición emprenden el camino de resolver los problemas más acuciantes apelando a la inteligencia, cooperación y solidaridad del pueblo, habrán encontrado una medicina muy eficaz para curarnos del exceso de autoritarismo, arbitrariedad e ineficiencia, que caracteriza la gestión pública del gobierno.La verdadera resistencia pacífica se basa en pequeños actos como estos en los que la población entiende que está en sus manos la solución de sus problemas. Contra esa voluntad del pueblo no hay poder que pueda enfrentarlo. A nadie, por ejemplo, se le puede obligar a circular en el día y a las horas en las que se les ha solicitado su cooperación para mejorar el tiempo que les toma ir de sus casas a sus lugares de trabajo. Si el gobierno no fuese tan intolerante, hace tiempo que debería haber tomado medidas parecidas pero que, en ese caso, las habría impuesto como de costumbre. No es lo mismo imponer que convencer.

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