Por Guillermo Rodriguez G. - De hombres es equivocarse; de locos persistir en el error - Marco Tulio Cicerón - Para el año 301 de nuestra era el gobierno del imperio romano tenía un amplio sistema de seguridad social por medio del cual el Estado llegaba literalmente a mantener a los ciudadanos romanos carentes de medios de fortuna y dotados del derecho al voto para elegir a diversas autoridades. Sumemos eso al más grande ejército profesional permanente visto por occidente hasta entonces junto con las más abundantes y fastuosas obras públicas de la historia[i] y se notará fácilmente que el Estado romano requería enormes ingresos tributarios para sostener tan gigantesco gasto público. El poder de elegir Augustos residía claramente en el Ejercito[ii] y el de elegir Cesares en los Augustos. Aunque también existían muchas magistraturas que todavía se elegían por el voto de los ciudadanos y a través de tales magistraturas (parte electa de la enorme burocracia imperial) es que gobernaban Augustos y Cesares. Así las cosas, los emperadores tenían que pagar a los soldados que los llevaban y sostenían en el poder, a los votantes[iii] que elegían al resto de los magistrados; construir, mantener y hacer funcionar fastuosas obras públicas, desde puentes y caminos hasta baños y circos públicos para miles de usuarios en todo el dilatado imperio; mantener a raya los enemigos y complacidos (o controlados) los aliados en las fronteras; cosas estas, todas y cada una, por demás costosas. En medio de costosas guerras exteriores, muchas puramente defensivas (lo que las hacía especialmente costosas en una sociedad esclavista como la romana) y con un tradicional sistema de regulaciones y privilegios el imperio romano puede ser descrito por analogía igual de fácilmente como un sistema mercantilista del antiguo régimen, o como una socialdemocracia moderna crecientemente autoritaria y marcadamente populista. Cada cual en su circunstancias, las tres representan variantes históricas de los mismos equilibrios de poder y de los mismos errores económicos. Son variantes, muy distanciadas por la historia y los detalles particulares, de los mismos vicios públicos y privados. Para el año 301 en Augusto emperador Diocleciano notó que sus emisiones de nueva moneda devaluada con las que intentaba pagar en deficitario gasto publico se diluían en la enorme inflación de precios que esa misma emisión primitiva (pero no por ello menos efectiva) de dinero inorgánico creaba. A decir verdad, la relación de causa efecto entre su gigantesca emisión inorgánica y el consecuente aumento de precios era algo que el Augusto no veía, porque no deseaba verla. Como no deseaba verla ninguno de los grandes intelectuales de la antigüedad clásica. Tampoco veía el muy popular emperador la relación entre la caída de la producción y las regulaciones y privilegios, ni entre la falta de productividad y el desempleo de hombres libres (y votantes) y la improductiva institución esclavista. El Augusto no entendía (como no entienden los Augustos de ayer y hoy) que si se restringe la oferta con regulaciones, controles y privilegios, y se aumenta la demanda con emisión inorgánica de dinero, se va a tener como consecuencia aumentos inflacionarios de precios al mismo tiempo que escasez recurrente de bienes y servicios. Lo que entendía el Augusto Diocleciano era que los aumentos de impuestos siempre son impopulares, y que los precios que subían eran muy impopulares entre los votantes mantenidos por la seguridad social imperial, e incluso entre los que aún tenían ingresos… que los privilegios eran populares porque cada cual tenía el suyo por pequeño que fuera. Que soldados y votantes se quejaban de los altos precios, y que su poder en última instancia dependía de soldados y votantes. Y entendía dramáticamente que mientras más subían los precios menos trigo y aceite[iv] se producía. Por lo que decretó un amplio y compresivo editum pretiis maximis para fijar los precios máximos que se podía cobrar por casi todo. A fin de garantizar la seguridad alimentaria del pueblo romano y evitar la especulación eventualmente se prohibió a los campesinos que dejaran de sembrar, a los hijos de los campesinos que dejaran de ser campesinos y a los hijos de los soldados que dejaran de ser soldados (así nació en realidad el feudalismo) y no se limitó a simples expropiaciones la pena por violar los decretos de precios máximos y demás medidas. Diocleciano y otros Augustos establecieron la pena de muerte por violación de la seguridad alimentaria a fin de garantizar el derecho al acceso de ciudadanos romanos a los vienes y servicios. Y en tales intentos fracasaron miserablemente. Porque es inevitable que la inflación monetaria produzca aumentos de precios, como es inevitable que las economías de regulaciones, privilegios e intervención sean improductivas y tengan costosas estructuras de costos garantizadas por la falta de competencia. Y no menos inevitable que en tales estados de cosas los Augustos, viendo peligrar el presupuesto que requieren para garantizar la satisfacción clientelar de la mayoría de los votantes, ejércitos, burocracia y aliados políticos domésticos y exteriores… se molesten y hagan leyes y decretos, expropien, griten y fracasen creando con todo ello más inflación y escasez. Eventualmente el Augusto Diocleciano subió los impuestos y se esforzó en cobrarlos, identificando a cada “contribuyente” y persiguiendo a los elusores y evasores como no se verá de nuevo hasta el contemporáneo IRS de los EE.UU. y sus imitadores del resto del mundo. Eso, tampoco evitaría la caída final del Roma, en la medida que su economía se tornó incapaz de sostener a su Estado por la forma en que el primero regulaba e interfería la primera. Tampoco es raro que los Augustos de hoy amenacen, griten y eventualmente expropien y crucifiquen (metafórica o realmente) a los grandes amigos y privilegiados negociantes de los Augustos de ayer cada vez que ven sus ingresos[v] menguar y sus gastos subir producto de su propia necedad… pero muy rara vez lo hagan con sus propios privilegiados amigos y negociantes… aunque esas raras ocasiones también se han visto y se verán… en unas pocas y peculiares ocasiones. Esa es la historia de los Augustos, las economías reguladas, la inflación y los controles fracasados, desde mucho antes del 301 en Roma y lo seguirá siendo mucho después del 2009 en Venezuela. Así las cosas, sería interesante intentar con la libertad y el gobierno limitado, porque al final lo único que baja los precios, aumenta la oferta y enriquece a las mayorías es la competencia en un ambiente de garantías a la propiedad privada, y gasto público equilibrado financiado con impuestos moderados. Eso al final es el imperio de la Ley… y eso por aquí jamás lo hemos intentado realmente… lo otro es el imperio de los Augustos (o augustitos) cosa que conocemos de cerca en casi todas sus versiones por aquí desde hace mucho tiempo.
[i] Si las medimos a escala relativa de recursos y tecnología existentes.
[ii] Aunque aún se mantenían “las formas” y cada decisión de las legiones terminaba por ser sancionada por “El senado y el pueblo de Roma” de una u otra forma, aunque la opinión armada de los legionarios también fuera determinante en ello y los senadores algo o mucho pudieran aún influir en esto incluso por su capacidad de influir en la carrera de los Generales a los que las legiones eventualmente pudieran elevar al poder supremo.
[iii] En realidad el primer caso documentado de populismo a esa escala no es el de Roma sino el de la democracia ateniense alrededor del siglo V AdC. De hecho la corrupción populista, la inflación y la escasez junto con los altos gastos militares de una política exterior expansiva están documentados razonablemente en Atenas junto con la destrucción por voluntad de la mayoría democrática del imperio de la Ley y la eventual caída consecuente del poderoso imperio ateniense hasta el vergonzoso estado de “protectorado” de la totalitaria Esparta.
[iv] La cesta básica de la seguridad alimentaria romana y los dos productos básicos de los que se entregaban directa y gratuitamente raciones a los ciudadanos por cuenta del Estado eran trigo y aceite de oliva, de donde uno de los mayores problemas era el que se abandonara la producción de trigo (y la siembra a largo plazo de olivos o la producción inmediata de aceite) para producir vino u otros productos más rentables.
[v] Los ingreso y gastos del Estado en realidad, pero en el pasado como en el presente son muy raros los Augustos que no consideran, o desean considerar, los ingresos y gastos del Estado como cosa propia, personalísima e indistinguible de ellos mismos
lunes, 9 de marzo de 2009
Gaius Aurelius Valerius Diocletianus: Augusto emperador de la seguridad alimentaria
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