Por Cristina Castello - Soy como la noche: callada, profunda, horizonteSoy como las estrellas: incertidumbre, lejanía, destello (Nazik Al Malaika) - El argumento de la «guerra preventiva» —que todo horror justifica— es ilegítimo e inmoral, según el historiador norteamericano Arthur Meier Schlesinger, Jr., y tantas otras voces; e ilegítimo e inmoral consideraron los USA el ataque preventivo de Japón contra Pearl Harbor, el 7 de diciembre del ’41. Comprensible: la paz debe ser sólo para ellos. Hoy, el gobierno de los EE.UU. es un régimen de ocupación y —a pesar de que atraviesa una de las peores crisis de su historia— sigue su huida hacia adelante. Como un animal en celo, su siembra de muerte le pide más y más; como si su meta fuera un horizonte fugitivo, que exige cada vez más sangre para ser alcanzada. Frente a la guerra yanqui en Irak, como en todos los casos, la mayoría de los norteamericanos se mostraron casi como militaristas y chauvinistas, gracias al engaño de las armas de destrucción masiva que su Gobierno había inventado. Hoy, a cinco años de su comienzo, también muchos norteamericanos la sienten como una pesadilla. «Irak es el nuevo Vietnam», empieza a propagarse cada vez más en el país de los Oscar, las hamburger y la gaseosa multinacional. Vietnam, aquella otra guerra bestial, fue uno de los gérmenes que hizo brotar el Mayo Francés, al que se sumaron millones de jóvenes y pueblos de los cinco continentes, ansiosos de libertad. ¿Despertará la ciudadanía yanqui, cuando el supremo conciba una nueva mentira? ¿Cuántos pueden mantener la lucidez en medio del caos, la pobreza creciente del Gigante, los embustes de la prensa, y el desamparo ante la intemperie? Todos juntos y solos en un Imperio que parece resbalar hacia el final de un abismo que no parece tener final; el Estado de Bienestar empieza a surgir ante sus ojos como un horizonte fugitivo... otro más. Los memoriosos recuerdan aquel adagio según el cual «la primera víctima de la guerra es la verdad». Palabras que en 1917 pronunció Hiram Warren Johnson, entonces parlamentario de los USA: hoy sería acusado de «terrorista» por el presidente actual. Los iraquíes, por su parte, sacrificados en su patria o en el exilio, recuerdan su ilusión de un futuro donde brillaba una aureola luminosa. Soñaban un país donde los bosques formaran un cinturón verde que abrazara las ciudades e impidiera el avance del desierto. Soñaban, creían, creaban: Irak era un país de avanzada. Cada día se inventaba una palabra, se abría un museo, había una biblioteca nueva; cada día más esculturas poblaban las plazas y los parques, y más universidades se ofrecían al saber. Pero la paz fue siempre sólo una tregua entre dos violencias, entre dos guerras; un edén entre dos infiernos.
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