Un joven predicador fue invitado a último momento para que predicase un sermón en la iglesia de su ciudad. Siguiendo un impulso, usó como tema uno de los Diez Mandamientos: “No hurtarás”.
A la mañana siguiente, subió a un autobús y le dio al conductor un billete de un dólar. El conductor le dio el cambio y él se dirigió a la parte trasera del vehículo.
Echando un vistazo al cambio antes de guardarlo en su bolsillo, el hombre observó que el conductor le había dado diez centavos de más.
Su primer pensamiento fue: La compañía de autobuses no se dará cuenta jamás de la pérdida de diez centavos.
Sin embargo, cambió de opinión rápidamente, sintiendo en su conciencia que los diez centavos no le pertenecían y que los debía devolver al conductor. Regresó al frente y le dijo al conductor: ” Usted me dio cambio de más”, y le devolvió los diez centavos.
Para su sorpresa, el conductor le contestó: “Sí, lo sé. Lo hice a propósito. Escuché su sermón ayer y lo estaba observando por el espejo mientras contaba su vuelto”.
El joven predicador había pasado la prueba a la cual fue sometido por el conductor… y dio un firme testimonio de su fe.
¡Que todos nuestros actos concuerden así con nuestras palabras!
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