Una cadena interminable de agresiones a los venezolanos y sus derechos oculta tras un ropaje electoral extemporáneo. El sistema paralelo de salud llamado “Barrio Adentro” ha desaparecido en gran parte, mientras sus restos son meros centros de atención, más la ruina de los hospitales y la centralización desmedida colocan a la salud en Venezuela entre las peores del continente. A ello debe sumarse la continua emigración de médicos debido a la precariedad de los salarios y a la falta de insumos mínimos para cumplir con su tarea en las instituciones públicas de salud. Más de un millón de venezolanos han abandonado el territorio nacional, se han ido de este país que albergó grandes inmigraciones y fue refugio de seguro para miles de exiliados que huían de dictaduras. Con ellos, buena parte de la juventud formada y especialistas en todos los campos, riqueza humana que se pierde para la reconstrucción nacional que deberemos abordar. Fuimos testigos de otro inicio de clases con un deplorable estado en buena parte de las escuelas y con un proyecto de “celebración de fechas patrias” que distorsionan la verdad o llanamente la falsifican, del mantenimiento de presupuestos inadecuados para diversas instituciones de educación superior y la violación de los derechos de los trabajadores a quienes se incumplen sus derechos adquiridos. La situación de la infraestructura es caótica, con el mantenimiento de la escasez de viviendas y el deterioro de carreteras y autopistas construidas para un país que ha crecido y para el cual resultan insuficientes. Así mismo, la falta de planificación urbana ha convertido a nuestras ciudades en un caos vehicular. Es obvia la mengua en todo lo que se refiere a la estructura física del país. En el campo de la cultura se avanza solamente en un proceso de ideologización, mientras se afecta severamente a la investigación científica con hechos notorios y se excluye toda manifestación que pueda tocar los linderos de la independencia, haciendo uso para ello de argumentos irrisorios y chocantes con la libertad que debe prevalecer en el mundo de la creación. El continuo ataque a toda iniciativa particular desanima la inversión reproductiva y deja sin trabajo a muchos venezolanos. La Gaceta Oficial número 39.272 de fecha 25 de septiembre de 2009 declara “bienes de interés cultural” a 1216 inmuebles del Municipio Libertador, lo que permitió la aplicación de la reserva registral con la consecuente permisología previa. Esto es, el decreto se convierte en una restricción a la propiedad privada lo que hace sospechar el uso de tal declaratoria como medio de intervención violatoria del ordenamiento jurídico y como amenaza latente de expropiación. La inseguridad sigue cobrando víctimas y los atracos y muertes se han convertido en parte de una cotidianeidad oprobiosa que hace del derecho a la vida un mero enunciado. La inflación devora al salario real y la adquisición de los productos básicos ha pasado a ser para la familia venezolana una búsqueda en sitios múltiples y en infinidad de casos una imposibilidad. La inseguridad alimenticia corre pareja con la inseguridad personal. Los resultados están claramente reflejados en el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “Desarrollo Humano 2009”, en el cual Venezuela pasa del puesto 58 al 74, en el universo de 182 países que cubre el informe. Las noticias de negociados y de fortunas que se inflan indican un avanzado estado de corrupción. Paralelamente se mantienen ayudas al exterior que superan al concepto mismo de solidaridad para convertirse en subsidios que compran lealtades políticas. La lista de derechos conculcados sería prácticamente interminable. El país se desmorona ante la ineptitud de los gobernantes y ante la pasividad de los gobernados, excepción hecha de los sectores estudiantiles que aún resisten, así como de diversas manifestaciones de la sociedad civil que entienden la gravedad del momento. La situación por la que atraviesa el país, incluidos la crisis de los servicios básicos como electricidad y agua, es de clara ingobernabilidad, sólo sostenida por un uso abusivo de un Estado feudal en materia de medios de comunicación, por la represión abierta que marcha sobre diversos sectores, de manera especial sobre los trabajadores que reclaman sus derechos vulnerados, y por la reiteración de las promesas que, en algunos casos, va a acompañada del reconocimiento del fracaso, pero que promesas son y en promesas se quedan. La actitud del autócrata ante el desastre es la de imponer una adelantada campaña electoral inexplicable, a no ser por su objetivo mismo de distracción y engaño. A 14 meses de una elección –si es que los poderes abusivos no cambian los lapsos- el país que apenas sobrevive se encuentra frente a un planteamiento absolutamente extemporáneo y que no se compadece con la grave situación nacional. No puede perseguir otro objetivo este dislate que sacar la atención de los venezolanos de los problemas centrales que llevan a la república al borde del precipicio. El gobierno logra su objetivo al sembrar el desconcierto entre sus oponentes, al hacer brotar las contradicciones que alejan de la discusión de lo que pasa y al sembrar de nuevo la especie falsa de supuesta sobrevivencia de lo que denomina “proceso revolucionario”. Mientras tanto, no se ha detenido en el avance de su programa interno como tampoco en el de su expansión externa. La llamada Asamblea Nacional continúa con su hemorragia de leyes anticonstitucionales, como la reciente que permite la creación de un milicia personal al servicio de un partido y de su líder, contraviniendo el espíritu de las leyes y el sentido de libertad que anima a los venezolanos. El régimen, en sus diversas expresiones de poderes cautivos, viola constantemente la Constitución de 1999. El país se muestra propenso a seguir las farsas oficiales y entra en una campaña electoral que en sí misma tiene todos los vicios del régimen, dada la nueva Ley de Procedimientos Electorales y la discrecionalidad en la determinación de los circuitos por los cuales serán escogidos los diputados. La artimaña de sumir al país en una campaña electoral extemporánea ha surtido sus efectos, mientras los desamparados deambulan, cada vez en mayor número, por las calles de nuestras deterioradas ciudades y el empobrecimiento de la población es explícito y notorio. Estamos ante un doble proceso que pretende continuar su destrucción del aparato productivo nacional y que recurre a argucias de baja ralea como culpar a los centros comerciales por los efectos perniciosos de la falta de mantenimiento y de inversión, esto es, estamos frente a un proceso revolucionario que tiene como objeto destruir lo existente y sustituirlo con simples cambios de nombres y, al mismo tiempo, frente a un gobierno profundamente ineficaz, corrupto e inepto. En estas condiciones deplorables en que se encuentra el país lo válido es plantear alternativas de proyecto nacional, análisis cuidadosos sectoriales y diagnósticos adecuados acompañados de soluciones factibles y audaces, mas no seguir como personajes encantados la supuesta flauta mágica que reduce el drama a una discusión electoral evidentemente inducida por el poder incapaz. Firmas al pie.
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miércoles, 28 de octubre de 2009
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