domingo, 11 de octubre de 2009

A orillas del río Piedra me senté y lloré


Por: Elías Pino Iturrieta - No quedan sino motivos para el pesimismo y para la perplejidad más fundada del mundo. El título de esta columna copia uno de Paulo Coelho, famoso autor que no necesita presentación. Tampoco necesitan de publicidad sus escritos, cuyo tráfico es uno de los más gruesos del mercado editorial en diversas lenguas, tal vez motivo de envidia para quienes apenas contamos con un círculo limitado de lectores, aunque también objeto de reproche por la trivialidad de sus contenidos. Pero no se trata ahora de detenerse en las páginas del famoso autor, ni en el gusto de la multitud de sus seguidores, sino sólo de plantearse el hecho de su inclusión en el catálogo de libros recomendados por la Universidad Nacional Experimental de las Fuerzas Armadas (Unefa) a sus estudiantes. Se supone que un instituto universitario sugiere a los discípulos una bibliografía capaz de formarlos con solvencia en una profesión, o de ofrecer herramientas que les sirvan para desenvolverse con eficacia y dignidad ante los desafíos de la vida. La inclusión de un repertorio de ediciones debe orientarse hacia tales propósitos, cuando se trata de una universidad o de algo que se le parezca. De allí la desdichada impresión que me produjo la consulta de su página web (unefa.edu.ve) , que quiero compartir hoy con ustedes. La nómina incluye seis obras del señor Coelho, pero también catorce del prolífico Gibrán Khalil Gibrán sobre temas como Los dioses de la tierra, Las ninfas del valle y Secretos del corazón. Más abajo topa usted con cinco libros del trajinado Saint Germain, que lo adentran en el ámbito de la reencarnación junto con media docena de impresos sobre el mismo asunto escritos por Weiss Brian, a los cuales se agrega un quinteto de textos suscritos por Osho y relacionados con la meditación de procedencia hindú. Isis sin velo, un trabajo de la celebérrima e infatigable H. Petrovna, abre la lista de diez obras que escribió sobre el universo del espiritismo y sobre la trascendencia de la teosofía, una "ciencia" que después puede complementar la lectura de los trabajos sobre el karma y las formas de la vida más allá de la muerte, que debemos a las "investigaciones" de Anni Brest sugeridas por el redactor del catálogo. El entendimiento de la kábala queda cubierto con la proposición de dos ensayos primordiales, El código secreto de la Biblia y El nuevo código secreto de la Biblia, en cuyas páginas Michael Drosin se encarga de enseñarnos a descubrir los enigmas de la existencia según se lea de lado o al revés, o de abajo hacia arriba o torcidito el texto sagrado. Seguramente ayudarán en el empeño las contribuciones de Nostradamus, su Testamento y sus Profecías, que aparecen en el número 112 del ranking, aunque también la insólita máquina del tiempo inventada por J.J. Benítez en una serie de siete volúmenes titulada El caballo de Troya, y un par de estudios sobre filosofías chakras. O tal vez los aportes de nuestra Conny Méndez sobre metafísica. Para que no falte mayor cosa al estrambótico repertorio, hacia su final aparecen las obras de Stephanie Meyer sobre vampiros y hombres lobos con títulos tan elocuentes como Eclipse, Luna nueva y Sol de medianoche. Se habla de algo estrambótico porque no estamos frente a la lista de ofertas de una librería común, a la cual puede acceder con toda libertad y sin ninguna posibilidad de censura cualquier hijo de vecino, sino ante recomendaciones de una casa de estudios a la cual acude la juventud venezolana bajo el patrocinio de la Fuerza Armada. En estricta justicia debe decirse que no se contentan con la sugerencia de materias esotéricas o relacionadas con el espiritismo, el ocultismo, los sortilegios, las bolas de cristal y la hechicería. Recomiendan manuales de autoayuda, colmados todos de buenas intenciones, y libros de aventuras como el serial completo de las Crónicas de Narnia y la colección de Harry Potter con la cual se solazan las juventudes de todas las latitudes sin que nadie se ponga a criticarlas. También agregan obras de otra categoría, como La República de Platón, Los miserables de Víctor Hugo, El origen de las especies de Darwin, El jugador de Dostoievski, Las venas abiertas de América Latina de Galiano y los sonetos de Pablo Neruda. Un escribidor malintencionado pudiera preguntarse la razón por la cual se encuentra esta última especie de obras en un registro como el que se viene comentando, pero es indudable que le da mayor diversidad cuando el estudiante busque la senda de la sabiduría bajo la certera dirección de sus preceptores. Sobre el provecho que mane de la mayoría de los libros incluidos en el nomenclátor de la Unefa ningún reproche puede resultar ocioso. Pensando en lo que pudieran ofrecer a una generación de la cual dependerá el futuro del país no quedan sino motivos para el pesimismo, aunque también para la perplejidad más fundada del mundo.

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