Por: Marco Negrón - marconegron@ msn.com - El Ejecutivo ha pasado al sabotaje abierto sin importarle el daño que produce a la ciudadanía. Nadie duda que una ciudad tan largamente desaten- dida como Caracas, crecida al azar, con infraestructuras y equipamientos urbanos obsoletos e insuficientes, ne- cesita con urgencia de intervenciones radicales de gran escala para poder ofrecer a sus habitantes una vida digna en sintonía con los tiempos. La reconversión de los barrios populares, la modernización de los sistemas de salud y educación, la cobertura del déficit de áreas verdes y espacio público, la aceleración de las obras del metro y el desarrollo de un sistema de transporte público superficial confiable y de calidad, la ejecución de obras viales programadas hace décadas y nunca ejecutadas, para no hablar de las necesarias para una inserción eficaz en el ámbito regional, son actuaciones de enorme costo que se van encareciendo y haciendo más difíci- les de ejecutar a medida que pasa el tiempo. Por sus costos y escala territorial, la ejecución de muchas de ellas escapa a los poderes locales o regionales, correspondiéndole actuar al Ejecutivo Nacional. Pero a lo largo de los años éste se ha mostrado refractario a las necesidades de la capital y más recientemente, a raíz de la victoria electoral de la alternativa democrática en la Alcaldía Metropolitana y cuatro de las cinco alcaldías municipales, ha pasado al sabotaje abierto sin importarle el daño que produce a la ciudadanía. En esta coyuntura la alternativa es no desmayar, avanzando con actuaciones puntuales pero significativas que permitan llevar en paralelo un esfuerzo de consolidación de la cultura ciudadana y, consiguientemente, ayudar a la población a distinguir entre quién trabaja para mejorar su bienestar y quién sólo está preocupado por mantener el poder. Para lo que es necesario que los urbanistas trasciendan la acción meramente técnica y encuadren su esfuerzo en una estrategia cultural y política más vasta, al tiempo que se construye el plan de la ciudad futura. Hoy conviene recordar que el emblemático Greater London Plan de 1944 fue redactado bajo las bombas de la Luftwaffe, cuando pocos apostaban al triunfo de las democracias. Patrick Abercrombie, su director, cerraba la presentación con palabras de agónica actualidad: "Hace falta coraje para aferrar la ocasión cuando llega y arrancar con decisión".
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