Por: Eugenio Montoro - montoroe@yahoo.es - En algún evento político conocimos a Carlos Blanco, una de las cabezas más brillantes de Venezuela no solo por su amplia calva que le relumbra con cualquier poquita luz, sino también por ser un articulista de fina prosa y un pensador de los que no se quedan en las ramas de lo evidente y, por el contrario, ve más lejos que los opinadores de oficio. El domingo 27 de Julio escribió un artículo en su columna de “El Universal” que no podemos dejar de comentar por las terribles verdades que allí expone. Dice Carlos Blanco: “Estas líneas indagan si no se está en la situación en la cual el régimen se transformó en un orden, en el cual hasta lo que se opone a Chávez ha pasado a ser parte del "sistema chavista". Dicho en otros términos, si oponerse al régimen, tal como se hace, no es parte de lo que lo sostiene”. Abunda en ejemplos como el de aquella izquierda de los años sesenta que refugiada en las universidades como revolucionarios castos olvidaban que los mantenía el propio sistema que despreciaban. O el tratar a los pobres con dádivas con la excusa de sacarlos de la pobreza cuando en realidad eso la reafirma. La verdad es que toda la virulencia de los primeros años contra Chávez pareciera haber evolucionado con la magia y la experiencia de los trancazos. Ahora sabemos que después de una gran marcha no pasa mayor cosa, que las denuncias en el TSJ por lo anticonstitucional de algún asunto son papel lanzado a la poceta. Aprendimos lo fácil que es conquistar a un empresario con deudas apremiantes y lo sencillo que es enredar a un político en la lucha por sus ambiciones. Se hizo evidente un gobierno que propone algo y si crea ruido lo pospone. Hemos aceptado lo insólito de una complicidad con las FARC, las sacadas de maletines con dólares o los pagos de autos para volar un canal de TV en Bolivia. Que comprar cualquier cantidad de aparatos bélicos para un país que ha disfrutado cien años de paz es razonable. Hemos tragado el formar parte de una reedición del imperio soviético con conexiones en todas partes (a escondidas como pillos) con el ideal de formar un planeta diferente olvidando que esas fantasías son probadamente fracasadas. Nos hemos acostumbrado a un atarantado gritón rojo que hoy insulta groseramente a cualquier gobernante y mañana lo abraza con una sonrisa. Carlos Blanco nos pone al espejo de una dura realidad. Somos parte del régimen actual. Somos parte de su decoración y su forma de ser. Quizás ya no hay otra opción, pero no deja de doler la verdad que de aquellos intolerantes come candela que fuimos hoy queda poco y estamos aceptando vivir con el ogro. Tal vez sean victorias de Chávez sus acciones desarticuladas, los recules y la buena capacidad de sus asesores para ponernos a hablar pendejadas. El cambio de color de la “vinotinto” es un excelente ejemplo. Tal vez pronto vuelvan a opinar sobre la reelección indefinida, sobre la suspensión de las elecciones, sobre una guerra con Perú o sobre cualquier otra cosa que nos mantenga distraídos. Pareciera que hay que meterse debajo de la ducha y despertar de este encanto de anaconda para volver a plantearnos la terminación de este régimen como objetivo nacional. Este gobierno, aunque astutamente se disfrace, no es patriota y es solo un infame régimen comunista que aquí no debe seguir.
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