viernes, 1 de agosto de 2008

¿Perdura la cultura anti-partido?


ANALITICA - Por: Emilio Figueredo - En Venezuela, desde hace ya más de una década, se ha inculcado en la mente de muchos la idea de que la democracia no necesita de los partidos políticos para funcionar. Antes del intento de golpe del 4 de febrero, los llamados notables, hacían planteamientos críticos a las organizaciones políticas de la época que si bien recogían el sentimiento de frustración frente a la burocratizació n de los partidos dominantes, no presentaban una verdadera alternativa política a esa situación; más bien sembraban en el espíritu de la gente la idea de que podía existir una solución providencial que resolviera los crecientes problemas de la sociedad venezolana. Como se sabe el que mejor capitalizó esos planteamientos fue precisamente Hugo Chávez que, de la noche a la mañana, se catapultó como la solución mesiánica que resolvería todos los problemas de la sociedad venezolana. De hecho, en una primera etapa el Presidente Chávez estuvo muy influenciado por el pensamiento del sociólogo argentino Norberto Ceresole quien planteaba un trinomio: un jefe carismático, las fuerzas armadas y el pueblo, como fórmula política para la “post democracia”. Hemos visto que con el transcurrir del tiempo y el fracaso de esa fórmula, Chávez ha tenido que intentar crear una organización política partidista para apoyar su gestión, a pesar de que mantiene control sobre todo los organismos del estado y en particular de las fuerzas armadas. La oposición ha ido reorganizándose políticamente y ha permitido que se constituyan nuevos partidos nacionales así como una recuperación parcial de los muy disminuidos partidos políticos que hicieron vida en la democracia venezolana del siglo pasado. Sin embargo, hay aún sectores importantes de la sociedad, especialmente entre los que rechazan a Chávez, que siguen con la manía anti-partido y que encuentran lamentablemente respaldo en algunos medios de comunicación social y en algunos periodistas y columnistas que no quieren entender que la democracia sólo puede funcionar con la existencia de partidos políticos organizados. Esperamos que, con el muy probable logro de la unidad de la oposición para las elecciones de noviembre, se de al traste con esta tendencia aventurera que aún tiene adeptos en la Venezuela de hoy. Afortunadamente la juventud, que es la gran mayoría de la población del país, no parece querer transitar la senda de la anti-partido sino por el contrario desea y aspira una Venezuela con partidos políticos fuertes que presenten alternativas ideológicamente coherentes y viables para la solución de los graves problemas que aún subsisten y se han acentuado en la sociedad venezolana

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