viernes, 18 de enero de 2008

La espuma de la cerveza



La espuma de la cerveza es la concreción de lo fantástico. Es una blancura efímera e insípida, que dura un instante, y si nadie la toca, se consume. Es una estela del hervor que acusa, si acaso, una presencia de vida tan fugaz como un sueño, y el despertar del líquido a la superficie advierte que todo aquel peso pasado era una ilusión. La espuma es la frontera, la torre de nadie, que hay que atravesar antes de entrar en contacto con el líquido ámbar y en la que nadie se queda estancado. La espuma es el suspiro del agua o la cerveza, que muere al nacer. La espuma es el viento que pasa, el globo que se desincha, aliento que se esfuma en el cristal; en fin, ¡nada!. Pero ¡ay! de la cerveza muerta, la llaman los bebedores, y tienen razón. Porque esa ilusión de un solo instante es la justificación de toda la vida. El mar sin espuma es como un arpa sin cuerdas. Una vida sin las espumas fantásticas de la ilusión, es una vida insípida, líquido muerto y sin presión.

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