viernes, 18 de enero de 2008

El llanto


Una cosa que se viene haciendo desde el principio del mundo, ha de ser vulgar ineluctablemente. Lloró Eva, avergonzada, cuando fue arrojada del Paraiso. Antes de morir bajo las aguas, lloró "toda carne que se movía sobre la tierra" "y todo lo que tenía espíritu de vida". Lloró Israel cuando le presentaron ensangrentada, la ropa de colores de su hijo y "no quiso tener consolación". Lloró José sobre el rostro de su padre cuando éste expiró. Lloraron Moises y los hijos de Israel en los campos de Moab, 30 días. Lloró Davir por su hijo Absalon, todos los días. Lloraron los tres amigos de Job al verle desde lejos y no reconocerle. Y la ciudad populosa, sentada y sola, nos dice jeremías, "amargamente llora en la noche, y sus lágrimas en sus mejillas". Ríos de agua brotan de los ojos de Jeremías por el quebrantamiento de la hija de su pueblo. "Ríos de agua descendieron de mis ojos porque no guardaban tu Ley" nos dice David en su Salmo. Llora la mujer cananea ante Jesús pidiendo misericordia para su hija. Llora Maria Magdalena ante Jesús. Llora pedro al negar tres veces al Señor. Lloran Maria Magdalena y María al ver a jesús crucificado. Lloraron los ancianos de Efeso en la despedida de Pablo y 1900 años siguientes se llenan de llantoen la historia del mundo. Pero Dios manda a poner una señal en la frente de los hombres que gimen y los Angeles del Apocalípsis mandados son de no hacer daño a los hombres que tengan la señal de Dios en la frente. ¿Cuál es esa divina señal sobre la humana ceniza, sino el llanto?. El llanto curador, purificador de almas, dragador de ríos atascados, abridor de nuevos cauces a la esperanza, puerta por donde escapa la desesperación. Lo que sucede es que se ha perdido el hábito de llorar. Nos hemos olvidado del "valle de lágrimas" y se ha sustituido por uno moderno que anuncia "valle del desprecio". buscamos lo difícil, lo intrincado, lo imposible que dejaría de serlo en cuanto existiese. ¡Lloramos tan fácil que está al alcance de cualquiera! y vamos en ruta a felicidades, no gustadas aún, porque todas nos parecen escasas, con una falsa sonrisa en los labios y un dejo de burla para todo lo conocido, que no es más que lo que dejó de desconocerse.

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