lunes, 7 de enero de 2008

La Palabra Herida - Pedro Mejías


En 2006 Ana Teresa Torres ingresó como individuo de número a la Academia Venezolana de la Lengua. Su discurso de incorporación es una pieza que merece ser seguida con detenimiento por quienes se preocupan por el uso de la lengua como elemento de cohesión de la comunidad nacional de la que formamos parte. Este punto de inflexión histórico que atravesamos debe ser analizado con cuidado para extraer de él la mayor enseñanza posible, esto es una estructura de estado que no sólo genere la mayor suma de felicidad posible a sus ciudadanos sino que disponga de un asidero al cual volver cada vez que el curso de los años y los acontecimientos tiendan a separar nuestra singladura del derrotero común que hemos pensado. Y a este respecto, Ana Teresa Torres se pregunta si acaso lo hemos pensado: "Tenemos la obligación de ser pensadores de nuestro propio país porque pertenecemos a naciones irresueltas, en búsqueda de soluciones ideológicas que no llegan, o desgraciadamente llegan". Nos dice en el discurso al que hacemos referencia. Trata más adelante del problema del intelectual en la causa política y que en nuestra circunstancia hemos visto hacer extensivo hasta toda figura pública que presenta una opinión política: "Grandes pensadores han apoyado causas infames, como fue el caso de Heidegger, probablemente el más trascendente filósofo del siglo XX, quien fue miembro activo del partido Nazi y aceptó la persecución de sus colegas judíos porque “los judíos eran enemigos de Alemania”(... ) Borges, llevado por su absoluta creencia de que los hombres de honor, léase los militares, reestablecerí an la república argentina, atravesó un laberinto de errores del que no pudo salir a pesar de sus posteriores cambios de opinión. Encontró así su "destino sudamericano" prefigurado en el Poema conjetural. Por otros caminos, Saramago, adalid de los intelectuales revolucionarios, no deja de exponer sus constantes críticas –casi regaños- a los estados que operan dentro del liberalismo y la economía de mercado y a los regímenes fascistas de derecha, sin que los crímenes del stalinismo le hayan merecido un comentario". No es una tarea fácil adoptar una postura crítica ante la circunstancia que nos corresponde atravesar, sin embargo, es nuestra opción siempre y en todo lugar elegir bajo el dictado de la conciencia, ello conforma con mucho nuestra acepción de humanidad, la capacidad de tomar partido ante lo que vemos, atravesamos, escuchamos y en fin hacemos como colectivo. Es esta reflexión la que nos lleva al ejercicio del poder, a las formas como históricamente se ha encarado el ejercicio de la función pública en Venezuela, nos conduce al desarrollo evolutivo del pensamiento occidental que llevó a Spencer y a Montesquieu a hablar de la necesidad de contener el ejercicio del poder, y el nudo que atravesamos en nuestra historia es una prueba de esta necesidad de una institucionalidad sólida no para defenderse a si misma sino para servir al ciudadano en condiciones de igualdad de oportunidades. "El poder no es necesariamente nuestro enemigo, pero con seguridad nunca es nuestro aliado". Los escritores que han sucumbido a la tentación del poder han terminado por dañar su escritura, o lo que es peor, su conciencia. Valga la cita de Pedro Emilio Coll cuando con toda humildad dice: “Dios perdone al general Gómez y el pueblo perdone a los que le servimos”. La escritura es lo contrario del poder. O si se quiere dicho de otro modo, no se puede escribir desde el poder. El poder es ese ciego, certero y sólido monstruo, amo del corazón de los hombres, que solamente es dominable, custodiable, amansable, en aquellas sociedades lo suficientemente inteligentes para reconocer su voracidad, que no es nuestro caso". Esta colectivización de la sociedad común a los regímenes autoritarios y personalistas es, en opinión de Torres algo a lo que debemos oponernos en virtud de la defensa de la identidad personal que se disuelve ante la idea de lo colectivo, lo supremo y lo supraindividual. "la única resistencia posible es la de pelear a muerte contra el peligro de banalizar nuestra propia identidad bajo el argumento de su no importancia." ¿Qué queda a la civilización al enfrentar a la barbarie que pugna por copar todos los espacios posibles?. Este concepto le fue preguntado a Ana Teresa en una entrevista publicada el 26 de marzo de 2007 en el Universal y sus respuestas fueron contundentes y poco optimistas: "La palabra no es inocente, puede ser tan efectiva y tan violenta como un hecho, porque daña la subjetividad. Ese discurso (el oficial) está produciendo una emigración de jóvenes profesionales que no tiene precedentes históricos. Se repite "bienaventurados los pobres" como si fuese una condición deseable y todo ese sentimiento de odio, de desconfianza se dirige hacia los valores de clase media que tienen que ver con la excelencia, el desarrollo individual, el esfuerzo personal, el logro a través de la educación.(...). -En su discurso de incorporación a la Academia de la Lengua usted hablaba de que los países felices no son los que se dedican a pensarse sino a construirse ¿Cómo hacer cuando a un sector de la sociedad venezolana la única opción que se le deja es soñar con el país que quiere?. -Lo que yo veo como factible más allá de ese discurso político que nos arrastra y que no podemos controlar y que invade la privacidad -porque estás viendo la TV y ponen cadena- es lo que ocurrió en países de Europa del Este, que las personas tienden a replegarse y proteger esos valores en la intimidad en la medida en que no lo pueden hacer públicamente. Esos son los reductos que las sociedades utilizan para la construcción de la democracia. -Según su opinión lo que nos queda es aguantar el chaparrón -Yo no veo en este momento otra posibilidad. No hay ningún espacio político en el cual la oposición democrática tenga algún atisbo. -¿Y en ese contexto cuál es el futuro del sector cultural?. - También se ha dividido siguiendo esta lógica: un sector público oficial que mantiene sus proyectos y tiene muchísimos recursos y el sector privado donde mantenemos nuestra vida muy intensa. Hay un divorcio casi perfecto y creo que los intelectuales que no nos hemos identificado con el Gobierno hemos logrado sostener la vida cultural, buscando otro tipo de apoyos y alianzas". Nuestra palabra ha sido herida en forma muy profunda, han sido muchos años y demasiada la arrogancia, el encono y el odio puestos en juego para que puedan restañarse esas heridas en el poco tiempo que quisiéramos, el rescate de una palabra en la literatura, la historia, la sociedad y la política que nos una en la consecución de una mejor Venezuela, bajo un mismo destino es la tarea que nos queda a los que aspiramos una mejor patria, A esa tradición, entendida como un rumbo más elevado que deseamos encontrar y seguir es a la que finalmente Torres en su discurso desea filiarse al aceptar las actividades de la Academia para contribuir al engrandecimiento de la nación.
Saludos a todos
Pedro Mejías

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