miércoles, 2 de enero de 2008

Fracaso del espectáculo chavista


El Mundo. España. Nadie puede alegrarse del fracaso de una operación para liberar a tres rehenes de un grupo terrorista como las FARC, que vive del secuestro y del narcotráfico, pero Hugo Chávez y los secuestradores tampoco se merecían una victoria propagandística como la que pretendían conseguir con la en­trega de la ex candidata a la vicepresiden­ cia colombiana Clara Rojas, su hijo Emma­nuel y la congresista Cosuelo González. Las FARC explicaron en una carta el 30 de diciembre el fracaso por «las intensas ope­raciones militares» colombianas y/o esta­dounidenses en la zona donde debía pro­ducirse la entrega. El presidente colombia­no, Alvaro Uribe, negó la acusación y atri­buyó la decisión de los narcoterroristas a que el niño de 3 años, podría llevar casi un año en algún colegio o institución similar, por lo que era imposible que las FARC lo li­beraran si antes no lo recuperaban. Encolerizado por su tercer traspié en dos meses -la derrota en el referéndum, la destitución como mediador oficial ante las FARC y el espectáculo circense montado desde que, el 18 de diciembre, sus amigos marco-terroristas anunciaron la entrega de tres rehenes-, Chávez cuestionó la explica­ción de Uribe, le acusó de dinamitar el pro­ceso, dio la razón a las FARC y prometió seguir adelante con la operación, aunque de otra manera llegó a hablar de futuras «operaciones c1andestinas» . Con sus ante­cedentes, no hay duda de que lo intentará. Tan sólo esperamos que haya aprendido de sus errores, deje en casa las cámaras y lo hágalo en silencio, con discreción, pen­sando sólo en la seguridad de las víctimas y no en éxitos propagandísticos. Los únicos responsables del fracaso son los secuestradores, por utilizar a tres ino­centes -cuando la estimación oficial es que tienen cerca de 3.000 rehenes- para desa­graviar a Chávez y legitimarse ante el mundo, y el presidente venezolano, por aceptarles el juego para mayor gloria de su ego. Tampoco puede desestimarse la hipóte­sis de que los rehenes estén en territorio venezolano y el Ejército colombiano -impi­diendo que puedan ser trasladados- haya querido poner en evidencia que Venezuela es un santuario de las FARC. Los siete países que aceptaron partici­par en esta farsa como avales o garantes, con Néstor Kirchner al frente y Nicolas Sarkozy bendiciendo el espectáculo de mala gana por no incluir entre los que iban a ser liberados a Ingrid Betancourt, tam­bién deberían revisar su estrategia. Todos deseamos la libertad de los secuestrados, pero dejarse manipular por las FARC y por Chávez no es la mejor forma de poner fin a su tragedia, que es también la de todos los que la permiten e ignoran.

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