viernes, 3 de septiembre de 2010

Oración para mis asesinos


Por: Agustín Blanco Muñoz - Seguramente ya estarás complacido. Se hizo todo de acuerdo con tus orientaciones para que este hombre que se atrevió a desafiar tus órdenes fuese llevado al más alto nivel de humillación y a sufrir la pena de muerte. Ahí actuaste como siempre, con la cobardía por delante, pero ahora sostenida por los poderes que detentas, afiliados al mejor credo totalitario y al margen de todo comportamiento democrático. Eso sí, tu actuación, incluyendo la decisión de secuestrar para “ajusticiar”, está ajustada a la legalidad. Y por ello, todo reclamo sobre Derechos Humanos será improcedente. Y tus medios cumplirán con la sagrada misión de informar que se trataba de un provocador al servicio del golpismo y el imperio, que buscaba desestabilizar tu revolución. Tu orden, en consecuencia, se centró en atacar sin contemplaciones, a este simple productor agropecuario que calificaste de loco por pretender atentar solitario, sin ningún apoyo político, contra tus sedimentadas murallas. Y esto, como tanto me lo ha dicho Fidel, no se podía permitir. No es posible que un simple desarropado se le alce a la revolución y no lo aplastemos en forma inmediata. Aquí más bien fuimos muy condescendientes y tolerantes. A tiempo teníamos que poner en su lugar a este señor y no dejar que se envalentonara con sus huelgas de hambre contrarrevolucionarias. Menos mal que revertimos esa maniobra a nuestro favor con el secuestro ordenado por la Fiscal, que significaba una pena de muerte que en nada nos afectaría políticamente. Y el caso queda como una gran lección para hacerle ver a nuestros enemigos lo que se pueden encontrar en el camino si enfrentan la revolución. Porque una revolución de verdad no puede aceptar disidencia ni chantaje de nadie. Todo el mundo tiene que entrar por su aro, aunque nos llamen totalitarios. De nada valdría que nos vieran como demócratas, porque eso sólo serviría para que la burguesía haga de las suyas con unas libertades que sólo la benefician a ella. Aquí podemos hacer lo que nos dé la gana sin temor a pagar costo político. Por eso no hizo falta mantener a este señor en terapia intensiva hasta después del 26S. Tampoco la inflación, el desempleo, hambre, inseguridad, pudreval podrán cambiar lo que ya es irreversible: nuestro aplastante triunfo, via fraude, el 26S . No hay fuerzas que puedan impedirlo. El régimen sabe, además, que cuenta con unas oposiciones que sólo están desesperadas por tramitar una bancada parlamentaria, que les permita mantenerse en una democracia que sólo existe para negociantes y fabricantes de pactos. Con esta muerte se hizo buena la conseja de uno de tus maestros: el llamado revolucionario debe tener capacidad para odiar y asesinar, en nombre de la construcción de una patria y un mundo diferentes. ¿Pero cuántos asesinatos se han cometido en nombre de unas tales revoluciones que nada tienen que envidiarle a las cámaras de gases del fascismo o las sillas eléctricas de la ‘civilización yanqui’? Ahora quedaste completamente al descubierto. Esta muerte está ya enastada a tu huella de miserias, que es a la vez la propia medida de esta decadente sociedad en la que todos, como cómplices y cobardes, compartimos tu actuación criminal. Porque en tu descarga hay que decir que el criminal no lo es sólo por su capacidad para despreciar hasta su propia vida, sino porque pertenece a una sociedad en la cual tiene cada vez más espacio y sentido la Misión Asesinato. Somos una sociedad que lleva inscrita en su esencia el crimen de unos invasores que aún no nos han abandonado. Tú mismo eres un continuador de esos destructores que hicieron de la liquidación su más alto estandarte. Pero es necesario que recuerdes que el tiempo de los asesinos, por más bendiciones que haya recibido, no ha adquirido ni adquirirá los beneficios de la eternidad y que todo reino efímero y terrenal, termina en el punto en el cual comienza. Así, el asesinato se mantiene en el asesinato hasta el momento en el cual se revienta su hegemonía y se impone otra forma de concebir la vida, la sociedad y la historia. Por ello, tu revolución, como todas las revoluciones de armas y “ajusticiados”, está condenada a convertirse en huella de zozobras, guerras y asesinatos. Mientras, la oración del valiente y trascendente Franklin Brito dirá: quisiste asesinarme, pero seguiré construyendo un tiempo de vida, belleza, justicia, amor y libertad!

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