lunes, 2 de agosto de 2010

El abandono de la neutralidad


Por: Adrián Liberman - Psicoanalista - El Nacional - Un psicoanalista trabaja con el principio de neutralidad. Esto es un principio técnico que implica abstenerse de prescribir o proscribir nada al analizando. Es decir, no se aconseja, no se prohíbe nada en aras de maximizar la libertad de elección del paciente. Sin embargo, hay algunas situaciones en las cuales no es posible sostener esta aproximación ética. Por ejemplo, cuando la integridad física del paciente está en riesgo inminente. Si Venezuela fuese un consultante, yo diría que es imposible sostenerse en este principio, sino que habría que considerarla como alguien cercano a una situación limite. Esto quiere decir alguien que está en un momento vital donde las tensiones y conflictos están alcanzando niveles tales, que su capacidad de lidiar exitosamente con ellos está en entredicho. En casos así, aceptando la analogía entre sociedad y sufriente, parece imposible mantenerse neutro.
Así, como psicoanalista, considero que puedo hacer algunas recomendaciones que ayuden al colectivo a superar el terrible momento que se vive. La primera es decídase a sobrevivir. Haga de la sobrevivencia un propósito férreo. Históricamente, como en el sitio de Stalingrado, los que prevalecieron narraron que la diferencia entre ellos y los que no lo lograron radicaba en la fortaleza de su propósito. Haga de esta idea el eje central de su existencia, conviértala en una letanía, en una frase que repita para sus adentros tantas veces como sea necesario. Exprese su malestar, busque poner en palabras lo que siente. Hágase oir, diga lo que siente ante amigos, familiares y si es posible, ante los que algo tienen que ver con las causas del mismo. El lenguaje, las palabras es la herramienta simbólica y humanizante por excelencia. Permite ligar las ansiedades, los conflictos y las fantasías con representaciones. Hacerse escuchar ayuda a sentir que existe un marco común con otros para lo que se siente. Alivia y permite que emerjan soluciones. En la medida que los que llevan este país al despeñadero no tengan más remedio que oirlo, sabrán del descontento y del malestar que sus actos causan. No olvide que el totalitarismo se nutre de la indiferencia y la pasividad. Si se queja estará ayudando a trabar los pies de todo propósito autoritario. Evite sentir vergüenza de admitir que confronta dificultades o sentimientos difíciles. Si dialoga, encontrará que cosas como la ausencia de algunos productos, el temor ante el futuro o problemas económicos, constituyen denominadores comunes de la existencia de casi todos. Manténgase conectado, informado acerca del acontecer colectivo. No hay búnkers, no existen ámbitos que no se vean afectados por la arbitrariedad. Entienda como le afecta, y nuevamente, haga saber de su malestar, aún existen formas de resistencia que el régimen no ha podido proscribir. Entienda que la recuperación de las libertades o el cese del malestar es un proceso que lleva tiempo y que tendrá altibajos. Asuma la defensa del espacio colectivo y de los derechos fundamentales como tarea cotidiana. Intente ver al otro como un semejante, como un igual sometido a tensiones parecidas a las suyas. Trate de practicar la consideración, el respeto, muestre con el ejemplo como desearía ser tratado. Es muy posible que se sorprenda de los resultados. Inventaríe sus necesidades, discrimine que es indispensable de lo que no lo es, y dispóngase a hacer algunas renuncias. Y principalmente, asuma el cuidado de ese objeto común que se llama país, insista en ello. Recuerde que el Tercer Reich aspiró a durar mil años y sólo duró doce. La duración de la pesadilla chavista tendrá mucho que ver con lo que los ciudadanos hagan o dejen de hacer.

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