Por: Enrique Pereira - No tenemos manera de volver atrás para cambiar el principio de las cosas, pero podemos trabajar cada día, de aquí en adelante, para cambiar el final. Esta es una traducción libre de una de esas frases que uno lee y queda grabada en la mente por la fuerza de su contenido. Un país en vías de destrucción se nos presenta cada día. La fuerza de un terremoto, no hubiese producido un desastre de magnitudes similares a lo que a Venezuela le acontece. “Suerte” tienen algunos países que la providencia les envía un terremoto de grandes proporciones y luego los deja en paz para que conviertan esa tragedia en una gran oportunidad de reconstruirse como país, en torno a una idea común y con el uso de su creatividad. El terremoto que nos dieron a nosotros es en continuado, sin descanso, con creciente magnitud y un alto poder destructivo. Aquí se nos mueve el piso todos los dias, bajo los efectos letales de una casta gobernante que once años después, todavía sigue descubriendo errores de gran magnitud, imposibles de esconder, producidos por la corrupción que se escuda debajo de sus faldas y por la ineficiencia de un gobierno incapaz de manejar con tino cualquier cosa que pasa por sus manos. La culpa de sus errores siempre será de otro u otros. Un presidente “verborreico” intenta detener la fractura de una gran represa de agua, colocando un dedo en la ranura, al tiempo que maldice a cuanto ser lo adversa y culpa de esa fractura a cualquier personaje o institución que no sienta que el rojo es su color favorito. En la maniobra zapatea como un niño malcriado, produciendo más movimientos telúricos que aumentan la destrucción que pretende contener. Ahora grita solo, buscando alguien que le presente pelea, para sentir de nuevo que su destructor poder lo presenta ante sus seguidores como el invencible Chávez, el que nació para la batalla. Está quedando movido en la foto y parece no darse cuenta. Cuenta cuentos cada vez más inverosímiles, para darse cuenta, que las cuentas electorales, no se le muestran favorables. Si esas cuentas no mejoran, nos contará algún cuento de caminos, para mover la oportunidad de contarse, a otro momento más favorable. Cuentos y cuentas. Un pueblo entero observa este circo, con los bolsillos vacios y las esperanzas desvanecidas. En estas etapas finales de una revolución de bolsillo, los dedos de cada venezolano se preparan para el castigo electoral. Ya puedo ver las sonrisas de la gente el día veintiséis en la tarde, cuando las cuentas le rebelen al “telúrico presidente” lo que no quiere o no ha sabido reconocer; que ha conducido a nuestro país de una forma que ha producido más desastres que cualquiera de las desgracias naturales que les han tocado a algunos países vecinos. Para cuando llegue ese día, tendremos la oportunidad de comenzar a trabajar cada día para tener la oportunidad de cambiar el final al que nos están llevando.
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