Por: @golcar - ¿Qué sentido tiene mantener almacenados por más de un año miles contenedores de alimentos (cerca de 2.500 hasta el momento de escribir esto) en un país en el que tenemos años padeciendo una inclemente escasez? Lo de las toneladas de alimentos podridos pareciera formar parte de lo que he llamado la “administración proselitista del hambre”, cosa que han hecho todos los regímenes comunistas al controlar la producción y distribución de alimentos y bebidas, como una forma de mantener sometida a la población a la discrecionalidad de los gobiernos para repartir “equitativamente” la comida. Evidentemente, estos productos en Venezuela estaban siendo guardados por el gobierno para ser distribuidos cuando los números de las encuestas no le favorecieran o cuando se aproximase algún proceso electoral y se viera en la necesidad de conquistar el voto y el favor de un pueblo hambreado. Por un lado, el gobierno viene atacando a la empresa privada productora y distribuidora de alimentos, amenazándola con expropiarla y limitando la asignación de dólares para la importación y, por el otro, se le descubre ya perdí la cuenta de cuantos contenedores y qué cantidad de toneladas que tenían más de un año almacenados. Entre estos alimentos descompuestos, destaca un gran lote de aceite, harina y azúcar, tres de los rubros por cuya escasez más hemos padecido los venezolanos en los últimos tiempos. No es casual que cada vez que el régimen arremete contra alguna industria productora de alimentos, al mismo tiempo empiezan a verse en los anaqueles productos que tenían tiempo desaparecidos. De esta forma, el gobierno pretende transmitir su “preocupación” por el bienestar de los ciudadanos y parecer eficiente en la procura de la seguridad alimentaria. Pero, el régimen no contaba con que por estar a la espera del momento oportuno para sacar provecho de la repartición de los productos, ingentes cantidades de alimentos se le pudrirían en los contenedores y su pestilente pudrición dejaría al régimen, una vez más, desnudo ante el mundo. El gobierno le incautó hace poco a la empresa Polar 120 toneladas de alimentos y, con gran despliegue propapandístico, dijo que esa empresa “acaparaba” esos productos para jugar con el hambre del pueblo al mantener en sus depósitos acaparada tal cantidad de insumos. Pocos días después, la pestilencia emanada por la descomposición de los alimentos ponen en evidencia quién es el principal acaparador de alimentos, pues esos contenedores tenían allí más de un año, ¿a la espera de qué? Las explicaciones que dio el gobierno al momento de proceder contra la Empresas Polar. Venezuela Polar (empresa que además explicó que la industria en Venezuela no porduce ni almacena ni un kilo de alimento que no sea bajo el control del régimen), incluían el estupor por la gran catidad de productos (repito 120 toneladas) que la empresa tenía acaparados y que debían ser puestos a la disposición de la población. Pero a la hora de dar explicaciones sobre los contenedores descompuestos, el presidente echa mano de sus marabarismos matemáticos, suma, resta, multiplica y divide para llegar a la conclusión de que esos varios millones de kilos de alimentos dañados son una minucia y que no constituyen ni el uno por ciento de lo que se importa. Sin duda, esos alimentos serían estratégicamente puestos en el mercado de acuerdo a la conveniencia del régimen para buscar votos en época electoral o subir unos punticos cuando las encuestas le sean muy desfavorables. Es decir como estrategia electorera. Seguramente, en los próximos días, veremos varios titulares como el del incautamiento a la Polar. Esa es la forma que tiene el gobierno para hacer creer a los ingenuos que la seguridad alimentaria es una de sus prioridades. Así se juega con el hambre del pueblo. En los momentos que considera oportunos, el gobierno saca con gran alharaca productos alimenticios a la calle, con la finalidad de obtener beneficios político electorales. Si los productos han sido arrebatados a la industria privada, pues la acción se hará con un encendido discurso contra la riqueza obtenida por los dueños de esas empresas, “explotadores y hambreadores del pueblo”. O sea, cuando quiero contentar o seducir a los votantes les pongo alimentos en los anaqueles y los hago creer que me importa mucho su bienestar. Es como quien entrena un perro con galleticas: le doy un premio cuando hace lo que quiero y al final ese perro hará siempre lo que le ordeno para conseguir el premio. El problema está cuando se acaban las galletitas. En el caso del perro, el animal seguirá obedeciendo porque ya se le hizo un hábito y se conformará con una palmadita en el lomo y un “buen muchacho” luego de obedecer. Pero, un pueblo hambriento ¿reaccionará igual o se levantará? Sin duda, con el negocio de la importación de alimentos y su almacenamiento en los puertos, muchos se beneficiaron. Es difícil imaginar la cantidad de dinero que se debe haber embolsillado más de uno con las comisiones cobradas durante las negociaciones de compra e importación de los productos, así como con los negociados por la gran cantidad de dólares involucrados en esas operaciones y de los que algunos, posiblemente, fueron desviados al mercado negro. Sin contar lo abultados que deben haber quedado los bolsillos de los dueños de los espacios donde se encontraron los contenedores de marras, quienes cobran por día el alquiler de esos lugares. Pero lo que más nos debe llamar la atención es ¿qué sentido tenía mantener esos productos durante más de un año parados en un país que viene padeciendo escasez de alimentos desde hace varios años? Es como para pensar.
http://golcar.wordpress.com/2010/06/04/administracion-proselitista-del-hambre-caso-de-la-comida-podrida-en-venezuela/#comment-167
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