miércoles, 16 de junio de 2010

Argumento de Autoridad


Un argumento de autoridad es un argumento falaz en el que se defiende que algo es cierto porque así lo afirma una autoridad en la materia. Sin embargo, las autoridades pueden abrazar creencias falsas. El argumento de autoridad es un caso particular de argumentum ad verecundiam, en los que se pretende apoyar una creencia por su origen y no por sus argumentos en contra y a favor. Falacia de improcedencia - El argumento de autoridad es además una falacia de improcedencia cuando la autoridad que es citada en realidad no es tal. Por ejemplo, apelar a Einstein para sustentar un punto en religión sería una apelación de improcedencia a la autoridad. Einstein era un experto en Física, no en religión. Aunque en la ciencia este tipo de argumentos está ampliamente desacreditado, tuvieron históricamente mucha importancia en la Edad Media, cuando la escasez de libros y su dificultad de acceso hacía difícil encontrar diversas opiniones sobre un mismo tema. Con la invención de la imprenta gracias al desarrollo tecnológico del Renacimiento, la reproducción y abaratamiento de los libros empezó a revelar varias opiniones divergentes y enriqueció las discusiones intelectuales. Entonces las reputaciones en cualquier terreno del conocimiento empezaron cada vez a ser más discutidas. En el terreno religioso surgió la Reforma Protestante y se revitalizaron las escuelas filosóficas grecorromanas que discutían la preeminencia medieval de los tratados de Aristóteles, perfectamente cerrados y excluyentes, prefiriéndose en ese sentido los más abiertos cauces de los diálogos de Platón, que admitían la dialéctica y la exposición de los más variados puntos de vista sobre una cuestión. Estos cauces abiertos desembocaron al cabo también en la discusión de la forma política y en las revoluciones sociales que agitaron el final del siglo XVIII y la mayor parte del siglo XIX. Magister dixit - Magister dixit es una locución latina, que significa literalmente "el maestro lo dijo". La idea subyacente detrás de este aforismo, es que todo conocimiento sólo puede proceder de los maestros y de la enseñanza tradicional. Es, por lo tanto, un argumento de autoridad además de untópico literario. En la Edad Media, el término solía referirse a Aristóteles. En un mundo donde se admitía que el conocimiento venía inspirado por Dios, el corpus intelectual debía considerarse como inamovible. Por tanto, contradecir a Aristóteles casi era contradecir a Dios. La expresión también fue utilizada por la escolástica medieval, bajo la forma de la expresión Roma locuta, causa finita ("Roma ha hablado, la cuestión está terminada"). Es decir, habiendo la Iglesia católica definido una determinada verdad de manera dogmática, debía seguirse ésta sin mayor cuestionamiento, debido a que se suponía que había sido suficientemente analizada. Además, este análisis había sido hecho bajo la guía e inspiración divina, fundamento último de legitimidad de todo el conocimiento dogmático que produce el Papa. De ahí que muchas polémicas teológicas medievales terminaran cuando uno de los polemistas conseguía que se considerara hereje a su contrario, tal y como ocurrió por ejemplo con Pedro Abelardo, quien en el siglo XI, durante la querella de los universales, fue calificado como tal por su antagonista intelectual Bernardo de Claraval. El magister dixit era también parte de la enseñanza científica medieval en las universidades, en donde se estudiaban determinadas materias por el manual que hubieran escrito ciertos autores antiguos, como Galeno en medicina o Claudio Ptolomeo en astronomía. Actualmente, la expresión se usa a menudo con un sentido irónico, para burlarse de quien intenta dar sus argumentos como verdaderos por su autoridad, supuesta o real, o cita a alguien de poca autoridad.

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