viernes, 9 de abril de 2010

Igualdad quiere cambiar el cuento


"Los cuentos infantiles están llenos de estereotipos sobre las mujeres y los hombres. Casi todas las historias colocan a las mujeres y a las niñas en una situación pasiva, en la que el protagonista, generalmente masculino, tiene que realizar diversas actividades para salvarla. Es el caso de la Bella Durmiente, la Cenicienta, Blancanieves...". Este es el planteamiento que se puede leer en la 'Guía para la educación infantil' que proporciona la página Educando en Igualdad, editada por el ministerio del mismo nombre. Se trata de una documentación para docentes en la que se describen ejercicios pensados para fomentar una cultura igualitaria entre sexos. Y uno de ellos consiste en contar el cuento de "Una princesa diferente", ya que las de toda la vida están bajo sospecha, como escribe la guía, de "potenciar los mimbres de una cultura androcéntrica". Es el siguiente: Hace no mucho tiempo, y en un lugar no tan lejano, vivía una princesa que se llamaba Alba Aurora, la cual tenía una hermosa cabellera negra a media melena, lo suficientemente larga como para que no se le enredara en las ramas de los árboles a los que le gustaba subir por las mañanas para ver el amanecer antes que nadie. Alba Aurora era muy delicada y amable, pero también muy ágil y deportista, y le encantaba ir todos los sábados a escalar montañas o a acampar en la playa. Un día escuchó un ruido en su ventana. "¿Quién será?", se preguntó. Era nada más ni nada menos que el Príncipe Azul que venía a rescatarla, según le explicó. "¿Pero a rescatarme de qué?", preguntó Alba Aurora. "No sé", dijo desorientado el Príncipe Azul, "¿quizá de un brujo malvado o de un dragón malhumorado o de un ogro enorme?". "¡Pero si no conozco ningún brujo malvado, ningún ogro enorme y, peor aún, ningún dragón malhumorado! Además, si fuera así, seguro que ya hubiera encontrado yo misma la forma de liberarme". El Príncipe, muy triste al darse cuenta de que no tenía nada que hacer, se dispuso a bajar por la ventana por donde había subido, pero Alba Aurora le preguntó: “¿Conoces la muralla china?”. “¿La muralla china?, ¡pues no!”, exclamó él. Y ni bien terminó de decir no, ella lo cogió del brazo, bajaron juntos por la ventana, se subieron en la moto y se fueron juntos a conocerla. Así fue cómo la princesa diferente y el Príncipe Azul se fueron a recorrer el mundo y se hicieron amigos… Y colorín colorado, este cuento tan sólo ha comenzado. A debate - Las reacciones por parte de padres y libreros han sido principalmente de rechazo. Blancanieves, la Cenicienta o la Bella Durmiente, acusadas de sexistas ¿Realmente era necesaria esta revisión descafeinada de los cuentos? ¿A qué niño o niña en su sano juicio le va a interesar una historia sin ogros ni dragones, tanto que los aburridos protagonistas tienen que marcharse a hacer turismo? ¿Y acaso el largo del cabello descalifica a una mujer para la carrera de la integración, como si se tratara de las Olimpiadas? Los cuentos populares son antiguos como el habla humana. Y si hoy nos parecen socialmente inadecuados, sus versiones originales transmitidas de generación en generación desde hace tiempo inmemorial son mucho más brutales. En la fuente original de Caperucita roja, el lobo la engaña para que coma la carne de su abuela y beba su sangre. Y en Blancanieves, la bruja es castigada a calzar escarpines de hierro al rojo vivo, que la obligan a bailar hasta morir. Estos cuentos no pretendían educar a los niños. Fueron los grandes populizadores literarios como Charles Perrault y los Hermanos Grimm los que les incorporaron el componente ético. Así, en la Caperucita roja del francés no hay canibalismo, pero el Lobo persuade a la niña para que se desnude y se meta en la cama con él... una advertencia didáctica de los peligros que acechan a las jovencitas ingenuas. Se puede hacer mucho por educar en Igualdad, también contar cuentos igualitarios. Pero la idea de purgar una biblioteca infantil de "cuentos no sexistas" no puede ser aceptada. Como indica una de las libreras entrevistadas, es preferible dar a los niños las herramientas para que ellos mismos se enfrenten a las zonas de oscuridad que acechan tras los oropeles de los mundos de fantasía.

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