miércoles, 7 de abril de 2010

El Experimento Zimbardo



El experimento de Zimbardo - Por: elodi en Ciencia - El funcionamiento de los roles en los grupos - El psicólogo de la Universidad de Standford Philip Zimbardo y sus colaboradores realizaron uno de los experimentos más importantes que se han llevado a cabo sobre el funcionamiento de los roles en los grupos. Estos investigadores crearon una “cárcel” en el sótano del edificio de la Facultad de Psicología de la Universidad y contrataron a veintitantos estudiantes para llevar a cabo la experiencia. Como precaución, sólo se admitió en la investigación a aquellos sujetos que, una vez entrevistados, parecían ser “emocionalmente estables” y que además nunca habían tenido problemas con la ley. Otro requisito era que los estudiantes estuvieran en torno a la media en una serie de cuestionarios y pruebas de personalidad. Cumplido este trámite, se procedió a asignar aleatoriamente a los estudiantes a los roles de “carcelero” o “preso” de la nueva cárcel y se fijaron una seri de reglas de funcionamiento. Para darle más realismo a la experiencia, Zimbardo hizo que le echase una mano el Departamento de Policía de Palo Alto, una ciudad de California. Los agentes de la policía se presentaron sin previo aviso en el domicilio de los futuros prisioneros, ls esposaron y se los llevaron al coche patrulla a la vista de los demás estudiantes. Una vez en comisaría, les ficharon a todos y les tomaron la huellas digitales. Desde allí se los llevaron al simulacro de cárcel que los investigadores habían montado en la Universidad de Standford. La duración prevista del experimento era de dos semanas y durante las primeras horas no hubo diferencias apreciables en el comportamiento de los carceleros y los presos. Como dato interesante, a los carceleros no se les indicó cómo tenían que actuar; sólo se les dijo que tenían que “hacer guardar la ley y el orden” en la cárcel y que no podían tolerar caprichos entre los presos. Como era de esperar se les prohibió expresamente cualquier tipo de maltrato físico. Para hacer más verosímil la vida cotidiana en la cárcel, los presos podían recibir las visitas de sus familiares y amigos. Los falsos carceleros trabajaban en turnos de ocho horas y los presos siempre estaban recluidos en las celdas y sólo se les permitía salir para comer, hacer ejercicio, ir al baño, pasarles lista y otras rutinas. A las pocas horas los presos asumieron plenamente su papel y empezaron a tratar a los carceleros como si realmente tuvieran autoridad. Estos últimos también se metieron enseguida en su papel. Al segundo día hubo un intento de motín que fue reprimido rápidamente por los carceleros y actos seguido, los prisioneros empezaron a volverse pasivos. Las consignas que daban los carceleros eran aceptadas como verdaderas órdenes por los presos. Los presos empezaron a comportarse como si realmente fueran seres inferiores y como si estuvieran indefensos, cosa que los carceleros se ocupaban de recordarles a cada momento. Todos los carceleros exhibieron conductas autoritarias e incurrieron en el maltrato verbal en algún momento de la experiencia. Al terminar el experimento, uno de los carceleros manifestó: “Me he quedado sorprendido de lo que uno puede llegar a hacer (…). Hubo un momento en que yo les obligué a que se insultaran unos a otros y les quité los guantes para que limpiasen el wáter con sus propias manos. Les he tratado como si fueran animales y todo el día andaba con pies de plomo, pensando que los presos estaban tramando algo peligroso…”. Otro de los carceleros aseguró que era repugnante “ver a los prisioneros con sus uniformes sucios y tener que aguantar el olor apestoso de las celdas. Siempre estaban quejándose y protestando por las órdenes que les dábamos. Para ellos la cosa no era un experimento, era algo real y en el fondo estaban luchando por mantener su autoestima. Pero entonces llegábamos nosotros para recordarles quién daba las órdenes”. Es curioso destacar que nadie se plantó nunca (ni siquiera cuando la tensión era extrema) para decir: “Oye, parad esto. Yo soy un estudiante igual que vosotros y esta historia es un experimento”. El conjunto de la simulación sirvió para demostrar que la gente asimila rápidamente cualquier rol o papel social nuevo. Al sexto día, los investigadores tuvieron que zanjar el experimento porque algunos estudiantes empezaron a mostrar síntomas patológicos muy serios: ansiedad intensa, señales de depresión, agresividad… Hay que recordar que se había elegido para este experimento precisamente “personas normales y autocontroladas”. ¿Qué podemos concluir de la experiencia de Zimbardo? Es evidente que los participantes en el experimento, como cualquiera de nosotros, fueron muy rápidos a la hora de aprender el estereotipo ocupacional del carcelero y del preso que nos venden los medios de comunicación. También es posible que en el aprendizaje influyeran sus propias experiencias sobre cómo son las relaciones de poder en la vida diaria. Por supuesto, esas experiencias tienen su origen en la familia de cada cual (relaciones entre padres e hijos), en el mundo escolar (maestro-alumno) y en otras muchas situaciones que nos toca vivir. Este aprendizaje permitió a los sujetos asumir de forma fácil y rápida unos roles que en principio eran poco congruentes con su personalidad. En el experimento se comprobó que un grupo de personas mentalmente sanas y que nunca habían actuado con crueldad podían exhibir comportamientos “duros” pero acordes con los papeles sociales que tienen que representar.

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