jueves, 3 de septiembre de 2009

El peligroso comediante en jefe


Por: Vicente Echerri - Debo confesar que la instintiva repulsión que me causa Hugo Chávez no impide que me diviertan algunas escenas de esa perpetua farsa que ha sido su presidencia a lo largo del último decenio. Esta semana, al anunciar el posible fin de las relaciones diplomáticas con Colombia, al tiempo de acusar a ese país de ser un ``narcoestado' ' y de prepararse para la guerra contra la república bolivariana, el presidente Chávez parecía escenificar una obra del teatro bufo hasta cuando interpelaba al canciller venezolano, el ex camionero Nicolás Maduro, presente en la sala. Sancho Panza en la Insula Barataria se portaba con mayor decoro. ¿Creerá Chávez realmente esas sandeces que ha venido diciendo sobre Colombia? Yo sospecho que no, que se trata de retórica política, un discurso destinado a desviar la atención de sus conciudadanos (a los que él debe de percibir como súbditos) y de la opinión pública internacional, de los problemas que afligen a Venezuela: la grave crisis económica, la creciente inseguridad pública, las persistentes denuncias de violaciones de los derechos humanos y la franca impopularidad del gobierno. El recurso es viejo y manido: ante la crisis interna, el conflicto externo, una manera simplista, pero tradicionalmente eficaz, de esquivar las críticas. Ni venezolanos ni colombianos parecen tomarse muy en serio el lenguaje agorero del presidente que, hoy por hoy, es el principal enemigo de su propio país. Unos y otros parecen burlarse del tremendismo de Chávez, si bien ven con preocupación una política que podría terminar por agredir las relaciones comerciales entre las dos naciones, el monto de cuyas transacciones es cuantioso. La ruptura de relaciones diplomáticas y, más aún, el cierre de la frontera colombo-venezolana podrían acarrear grandes perjuicios para particulares de ambas partes, como beneficiarios de un intercambio mercantil mutuamente provechoso. A Chávez, que preside una de las gestiones más desastrosas del continente, no parece importarle. Los colombianos, por su parte, comienzan a dar señales de irritación. Suponer que Colombia se prepara --en connivencia con Estados Unidos, además-- para agredir a Venezuela pertenece por entero al terreno de la fábula, una de esas consejas que tanto gusta propagar y consumir la ruidosa izquierda latinoamericana, sobre todo si le sirve para ocultar sus propios errores y desmanes. Afirmar ese proyecto belicista es desconocer las actuales necesidades e intenciones de Estados Unidos, que de momento cree tener bastante con su campaña en Afganistán, el estancamiento de más de cien mil hombres en Irak, la crisis de Irán --donde una guerra podría desatarse si los israelíes se impacientan- -, la crisis de Corea del Norte --que también puede llegar a mayores si los norcoreanos cumplen su amenaza de no dejar que inspeccionen sus barcos en alta mar--, amén de otros problemas nacionales que están al tope de la agenda del actual gobierno. Por su parte, a Colombia, como víctima de una larga contienda civil, le basta con su conflicto interno para estar pensando en internacionalizarlo . La sola idea de ese escenario puede ser visto por el gobierno de Uribe como una pesadilla. No obstante, los persistentes insultos y amenazas de Chávez, así como sus actos inamistosos y de franca injerencia en Colombia, podrían terminar por dar los frutos que él sólo parece apetecer y desembocar en un estado de beligerancia real entre estos dos países a quienes hermana la geografía y la historia. Por muy renuente que se muestre Colombia a dejarse arrastrar por la peligrosa retórica belicista de Chávez, la voluntad de una de las partes no es suficiente para impedir el estallido de una guerra. Descontando una agresión directa de parte de Venezuela, que no es de desestimar teniendo en cuenta las descabelladas acciones de su jefe de Estado, éste podría acentuar tanto sus gestos y acciones provocadoras, y desequilibrar la situación hasta extremos tales, que Colombia podría verse obligada a emprender una acción militar. Tal vez la única parte positiva, si eso ocurriera, sería la previsible y humillante derrota del aparato militar chavista y, posiblemente, el derrocamiento de este facineroso truculento, que tal vez haría mejor papel --sin duda mucho menos costoso y peligroso-- si se dedicara, en compañía de su obsecuente canciller, a hacer chistes en un teatro rodante por los pueblos de Venezuela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su Comentario