viernes, 10 de julio de 2009

La "VIRTUAL" dictadura del teniente coronel

Por: Guido Feliz - NUEVA YORK. —Seguramente usted, como terrícola de ley, alguna vez al mirarse al espejo habrá dicho para su coleto: “Te estás poniendo viejo, Terencio”. O quizá ha tenido que sufrir con paciencia espartana o con la de Job que algún “muchacho con mil legiones, atrevido, deslenguado” de los que pululan por el populoso, haya incurrido en la imprudencia o en la indiscreción de decírselo. Sea como fuere, sin embargo, si cuando hemos entrado ya en la recta final de este hipódromo planetario que es la vida humana, creemos –o se nos hace creer-- que sólo nos acercamos a la “curvita de la Paraguay”, antes que entristecernos o enfadarnos debiéramos sentirnos felices de que todavía estemos lejos de la meta final. ¿No lo cree usted? Pues bien: de La Habana, la otrora espléndida capital cubana, llegan nuevas de que el obispo Baltasar Porras, arzobispo de Mérida, advirtió que el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías, honorable señor presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, encamina su país hacia una dictadura. En efecto, en entrevista que le hiciera el glorioso corresponsal de la Agencia Francesa de Prensa (AFP), monseñor Porras dijo lo siguiente: “Estamos (en Venezuela) en camino hacia eso (la dictadura), porque si la disensión de cualquier tipo es penalizada, amedrentada, perseguida de distintas formas, pues indudablemente que (tal régimen) es una democracia formal”. El prelado, que participara en la vigésima primera Asamblea General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), explicó además que “a partir de las elecciones de diciembre último (en su país) se ha acelerado el proceso revolucionario, (en el que) la intransigencia y la aplanadora del gobierno se está haciendo sentir. Hay un secuestro de todos los poderes públicos por parte del Ejecutivo –adujo--. No existe sino un único poder”. Más adelante monseñor Porras, recién elevado a la vicepresidencia del CELAM, señaló que en la Venezuela de hoy “toda institución o persona que no está cuadrada con el proceso revolucionario, es considerado un enemigo”, y que, consecuentemente, “hay un clima enorme de tensión, de exclusión, en la que entra la Iglesia (Católica)”. Añadió que allí “indudablemente han arreciado, no sólo las críticas, sino las descalificaciones, los insultos”. “Caminamos hacia eso (un sistema marxista-leninista) –observó el prelado--. Lo he dicho públicamente, que el ejemplo es Cuba. Hay la permanente repetición de que cómo la sociedad a la cual queremos caminar es la cubana o es la de Corea del Norte, o es Irán, en fin, sus modelos (que) seguir e imitar son modelos muy cuestionados en la sociedad mundial hoy”, al tiempo que rechazaba como falsa o inauténtica la profesión cristiana del presidente venezolano. Vayamos por partes. Si en Venezuela, o como tanto se complace en decir el teniente coronel, en la República Bolivariana de Venezuela, se penaliza, se amedrenta; se persigue la disensión; si los poderes del Estado están todos secuestrados por un hombre, por una camarilla, o por una pequeña logia militar; y si se insulta y descalifica a los que se oponen o simplemente critican al gobierno; si todo eso es así, digo, entonces se está ya en una dictadura, no simplemente se va hacia ella. Por otra parte, si lo que está en marcha hoy y se acelera en la República Bolivariana de Venezuela, como arguye y asegura el arzobispo Porras, es “un proceso revolucionario” –no una mera reforma política--, ¿qué de insólito o de extraño tiene que a los adversarios se los insulte, descalifique, persiga y se los tenga como enemigos? Ese precisamente sería el precio que tendrían que pagar quienes vivan o sobrevivan bajo un régimen político signado por la dictadura y el despotismo que simula ser democrático y “bolivariano”. Finalmente, no deja de sorprender o extrañar que el obispo Porras haya escogido como escenario de su denuncia de la “potencial” dictadura chavista, nada más y nada menos que La Habana, eso es, la cueva misma del zorro --mejor conocido como el Compañero Comandante-- cuya amistad con el teniente coronel que ridículamente lo remeda es --o debiera ser al menos-- el escándalo del siglo. Quizá alguien más perspicaz o con más gracejo diría que eso es como mencionar soga en casa del ahorcado. Y bien que sí.

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