domingo, 12 de julio de 2009

¡Inaudito!


Por: Coronel (Ej-Ven) Manuel A Ledezma Hernández - Siempre han existido militares involucrados en actividades político-partidistas y generalmente fueron caudillos que poseían ejércitos privados que les permitían tomar el poder y administrar el país como si fuera su hacienda propia. Esto no ha cambiado en absoluto y aún hoy en día se puede apreciar en su máxima expresión. Durante la época comprendida entre 1958 y 1998 disminuyó, más no desapareció, la participación político-partidista de los militares en servicio activo; así pudimos ver algún general, activo, que en esta época reciente fue “reactivado” y vuelto a retirar, desempañándose como gobernador de una entidad federal y algún otro oficial ocupando cargos en la administració n pública o empresas del Estado; ¿pero que sucede hoy en día?, sencillamente que el militar activo es otro militante de cierto partido político, además de ocupar una enorme cantidad de cargos en la administració n pública, diferentes a lo que podría corresponderle según su profesión y misión. Aquí es necesario reconocer el éxito que se ha obtenido en el estrago de la FAN, su inevitable desmoralizació n y desmembramiento, lo cual redunda en beneficio de la “otra FAN” paralela contemplada en la LOFAN-2008: la milicia nacional bolivariana, la cual está constituida por dos “componentes”: la milicia territorial y la reserva militar (artículo 43). Es más, algunos sucesos recientes permiten deducir que existen los “comisarios políticos” dentro de cada unidad militar, sin importar el nivel de ella. Esto quedó en evidencia en los discursos de un oficial de la armada, director de una escuela, y otro oficial del ejército, comandante de un “comando”, a quién se le podría exigir, de parte de los ciudadanos que pagan impuestos, cuál es la operatividad de la actual fuerza armada nacional ya que la misma es sostenida con los impuestos que cancela el ciudadano común ¿cierto? Retomando el tema, si leemos con detenimiento los discursos políticos de ambos funcionarios, podremos concluir que ambos fueron redactados por una misma persona o por una misma organización; ambas peroratas aduladoras contenían un núcleo exactamente igual que constituía el eco de la anticuada ideología del “jefe” y su incoherente verborrea; es como si alguien le hubiese dicho a los oradores: “…aquí tienen la esencia de lo que deben decir, pueden agregarle sus respectivos toques personales, pero de ningún modo podrán salirse de éstos términos”, “lo cual aceptaron” como fieles adláteres. Todo esto trae al presente un relato publicado en la antigua “Revista del Ejército, Marina y Aeronáutica”, órgano del Ministerio de Guerra y Marina de los Estados Unidos de Venezuela, el 24 de julio de 1931. El escrito es obra del Mayor del Ejército Alemán Franz Kaiser. He aquí la transcripción: “… Poco después del pronunciamiento de Kapp1, se aumentó la planta del grupo citado en 80 hombres procedentes de una batería disuelta que estaba de guarnición en una capital. El jefe de este refuerzo, un veterano sargento, anuncia su llegada y se presenta al capitán en la forma correctísima usual en los tiempos anteriores a la guerra; el capitán saluda a los soldados y se congratula del espíritu que parece animarles y que recuerda al que nunca debió debilitarse. Al preguntar al sargento si tiene algo que manifestar, contesta éste en sentido afirmativo, solicitando una entrevista, a solas, con el capitán. En vista de ello, éste conduce al sargento a su despacho para que le diga lo que desee. ‘Le ruego, mi capitán, me diga las ideas políticas que usted sustenta’. El capitán, dando un brinco en la silla, replica en tono descompuesto: ‘¡Voto a mil diablos, esta maldita política parece no lleva trazas de terminar nunca!, ¡llevo 20 años de servicio, no he pertenecido ni perteneceré a ningún partido político, ni consentiré que ningún subordinado mío se atreva a hacer política!’. Entonces se sonrío el sargento, que no dejaba de permanecer cuadrado, y contestó: ‘Mi capitán, estas palabras son precisamente las que deseaba oír de labios de usted, y por esto me he atrevido a formular mi pregunta. El pelotón que he conducido desea un jefe que sea ante todo militar y no se una a la mayoría para moverse después al impulso de los diferentes acontecimientos que se desarrollan constantemente. Ahora sé, mi capitán, el terreno que piso; me permito expresarle respetuosamente nuestro agradecimiento por el recibimiento que nos ha dispensado y nuestra inquebrantable adhesión y respeto a cuantas órdenes se digne darnos como soldados únicamente que somos y para que impere de nuevo la disciplina con todo su esplendor’. Entonces se dieron un apretón de manos ambos hombres y el capitán se quedó pensando a que extremo se había llegado de tener que sondear los soldados el modo de pensar de sus jefes, para encontrar uno digno de confianza. Y a pesar de todo, esta demostración es un rayo de esperanza para el porvenir”. ¿Existirán, aún, oficiales y sargentos de ese calibre?

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