martes, 14 de julio de 2009

Acólitos del "maldito imperio"


Por: Simón Alberto Consalvi - Mientras el jefe del Estado venezolano responsabilizaba al "maldito imperio" de la crisis política de Honduras, el presidente Manuel Zelaya le solicitaba una audiencia a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, "porque el país más poderoso de la tierra tenía que intervenir en Honduras". La cita se dio de inmediato. Zelaya viajó a Washington y, como por arte de magia, convino en reunirse con el presidente interino Roberto Micheletti en Costa Rica, con los buenos oficios del mandatario Oscar Arias. Lo que debió haber hecho el secretario general, José Miguel Insulza, 24 horas después de la destitución de Zelaya, lo intenta ahora el presidente Arias. Además de haber permanecido indiferente durante meses, mientras el Presidente hondureño violaba la Constitución al convocar un referéndum para abrirse el camino de la reelección, Insulza se convirtió en una especie de rehén de los exaltados presidentes de la Alianza Bolivariana reunidos en Managua. En vez de viajar a Honduras como generalmente lo hacen los secretarios generales, indagar y conocer la realidad, e informar al Consejo Permanente sobre todas las piezas del rompecabezas, Insulza se convirtió en eco del jupiterismo que lanzaba rayos y centellas contra quienes habían asumido el poder en Tegucigalpa. Cuando viajó finalmente, lo hizo como portador de un ultimátum y no como el mediador a que su cargo lo obligaba. Ni el ultimátum ni las amenazas bélicas hicieron mella en Honduras. Los poderes del Estado, el Legislativo y el Judicial, el Tribunal Electoral, las Fuerzas Armadas institucionales, la Iglesia, todos estaban y están contra Zelaya. Como aquellos personajes de Saramago que hubieran perdido la visión, e ignoraran lo sucedido, los presidentes intentaron peripecias tan disparatadas como la de acompañar a Zelaya en su frustrado aterrizaje en Tegucigalpa. Uno se pregunta qué extraños pensamientos (si hubo alguno) pasaban por la mente de los mandatarios. ¿Imaginaron, acaso, qué habría ocurrido si al llegar los hubiesen retenido? Habría sido un episodio sin precedentes, pero a eso se expusieron la señora Kirchner, Fernando Lugo y Rafael Correa. Dios los alumbró y Zelaya se aventuró solo, indebidamente acompañado por el presidente de la Asamblea General de la ONU organismo que poco caso le presta a estas crisis que, siendo sandinista y nicaragüense, consideró oportuno hacer el viaje. Así, entre fiascos y amenazas, invocaciones al imperio para que interviniera, a Barack Obama para que restituyera a Zelaya, las cartas bajo la manga de los presidentes de la Alianza Bolivariana se enredaron de tal modo que olvidaron que desde Contadora y el Grupo de Apoyo los latinoamericanos habíamos conquistado el privilegio de resolver nuestras crisis sin la intervención de Estados Unidos. Un cambio sustancial en las relaciones de América Latina con Estados Unidos y con el mundo tuvo lugar entonces, con la creación del Mecanismo de Consulta y Concertación o Grupo de Río. Violentos, contradictorios y confusos, ignorantes de los procesos políticos y de la historia de nuestras regiones, el presidente destituido apeló al imperio, mientras el otro lo culpaba. Elocuente ejemplo de que no saben lo que quieren ni adónde van. Que el asunto es maldecir e inculpar. Si alguien se manejó con prudencia, sagacidad y cautela en esta ocasión fue el "maldito imperio". No cayó en provocaciones, no se precipitó, Obama y Clinton dijeron e hicieron lo que tenían que hacer. Responsabilizar a Estados Unidos de la crisis hondureña como lo ha hecho el Presidente de Venezuela es una arbitrariedad y una demostración de que acusa sin fundamento. Se metió en honduras e intervino en Honduras, y al lado de Raúl Castro le prometió el bloqueo al pequeño país. Sus amenazas contribuyeron a enardecer a los civiles y a los militares de la tierra de Morazán, muy mentado estos días. Al asumir el presidente Arias el papel de mediador, la OEA queda al margen. Las negociaciones son más o menos previsibles: adelanto de elecciones para septiembre, amnistía para que Zelaya regrese a su país sin temores de retaliaciones políticas. No obstante, el propio secretario general de la OEA tiró una piedra en el camino de Arias, al poner como condición sine qua non el retorno de Zelaya al poder. La experiencia de una crisis que osciló entre lo cómico y lo trágico, deja, sin embargo, frutos de gran significación. Los secretarios generales no deben ser reelegidos, su primer periodo se traduce en complacencias indebidas; que se elijan por seis u ocho años, de modo que tengan autonomía. La Carta Democrática Interamericana adquiere cada vez más vigencia. Las constituciones se pueden violar, el Estado de Derecho puede ser objeto de alteraciones, los derechos humanos vulnerados, la libertad de expresión reprimida, la propiedad privada negada. Todo eso es posible, todo eso sucede en Venezuela. Pero todo eso es provisorio. No tiene sustentación ni en la realidad ni en la carta fundamental. Así está escrito.

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