Señor Presidente, Dejo de lado un momento mis partituras para escribirle cuatro líneas, esperando que lleguen hasta usted. Sé que le chocará la palomita que le he dibujado en el sobre. No sé si la habrá identificado, pero es la Paloma de la Paz. Sí, Señor Presidente “LA PAZ”, extraña palabra, casi mística para la mayoría de los hombres y quizás malsonante para usted, sobre todo en este momento en que nos está enviando una “invitación” para ir a la guerra. También le adjunto un CD con el “Himno a la Alegría”. Alguien le puso una letra preciosa con el fin de hermanar a los hombres. Si no la oyó antes, no se lo pierda. Señor Presidente, no es con ánimo de ofenderle pero alguien se lo tiene que decir: sus guerras son una barbaridad y ya estamos hartos de tanto horror. Desde que nací, he visto morir a mis hermanos, llorar a mi madre y partir a mi padre. Cuando le hicieron preso le robaron su alma y todo su pasado. Yo, por mi parte, ya he tomado mi decisión: Señor Presidente, no cuente conmigo porque voy a desertar. Sé que no he venido a este mundo para matar a mis semejantes. Mañana mismo, cumpliré con la misión de mi alma, porque he descubierto cual es mi deber, mi verdadero deber: iré por los caminos, recorreré el planeta hasta que desfallezca y hablaré con la gente. Les diré que somos todos hermanos, que se nieguen a partir, que no vayan a la guerra, que no obedezcan. Alguien escribió: “¿Se imagina que hubiera una guerra y que no se presentara nadie?”. Deseo de todo corazón que esto ocurra. Y creo que ocurrirá porque el hombre, algún día sabrá escuchar su voz interior, esa que le acerca a la divinidad, esa que el miedo acalla. Y entonces, ¿qué harán ustedes?. Si hay que derramar sangre, predique con el ejemplo y vierta la suya Señor Presidente. Le saluda atentamente, EL DESERTOR.
PD: Si decide perseguirme, avise a sus policías que no llevo armas y que pueden disparar.
PD: Si decide perseguirme, avise a sus policías que no llevo armas y que pueden disparar.
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