miércoles, 10 de octubre de 2007

La lucha interior


De un viejo anacoreta o ermitaño se cuenta la siguiente historia. Se quejaba a menudo de que tenía demasiado que hacer. La gente preguntó cómo era eso de que en la soledad estuviera con tanto trabajo. Les contestó: "Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león".
No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos esos animales?
Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron: -Porque estos animales los tienen todos los hombres, ustedes también. Los dos halcones se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que domarlos para que sólo se lancen sobre una presa buena: son mis ojos. Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir: son mis dos manos. Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos, aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta: Son mis dos pies. Lo más difícil es vigilar la serpiente, aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista para morder y envenenar a los que la rodean, apenas se abre la jaula; si no la vigilo de cerca, hace daño: Es mi lengua. El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día: Es mi cuerpo. Finalmente necesito domar al león; quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso: Es mi corazón. De acuerdo a como luchemos, al empeño que pongamos, dominaremos lo mejor que hay en nuestro interior. Y así seremos personas para el BIEN.

(Recibido por correo).

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