martes, 28 de agosto de 2012

El éxodo desesperado de Amuay



Familias enteras decidieron salir de sus casas ante el peligro latente del incendio de Amuay | AP

Aunque por la televisión las autoridades aseguraban que la emergencia estaba controlada, al avivarse los incendios los vecinos abandonaron las casas sin tener claro qué hacer en caso de emergencia.

La familia de Elba de Mujica se amontonó en un carro Fiat Uno blanco para alejarse de su casa en el sector La Pastora, aledaño a la refinería de Amuay, en Falcón, y dejar atrás la columna de humo negro que se volvió a levantar ayer en la mañana y que les hizo revivir la explosión del sábado en la madrugada, que dejó por lo menos 41 muertos, acabó con el Comando 44 de la Guardia Nacional y dejó los locales y casas de los alrededores sin vidrios, puertas, ventanas ni techos.

Por la ventanilla del auto se divisaban tres mujeres, dos niños y el chofer, un familiar que vive en el centro de Punto Fijo, que les dará posada hasta que el riesgo pase, tras el colapso de otro tanque del complejo refinador que avivó las llamas y que le recordó a los vecinos que ­pese a lo que las autoridades decían por la televisión­ el peligro continuaba latente.

"Funcionarios de Pdvsa vinieron al mediodía y nos dijeron que nos fuéramos, como medida de seguridad", dijo una de las mujeres que abandonaba la casa. Es la segunda vez que una emergencia en Amuay los hace movilizarse. Recuerdan que en 1986 vivían frente a la instalación militar y, después del estallido de un tanque, los reubicaron en la casa de La Pastora que, 26 años más tarde, tienen que dejar por la misma razón.

"Sabemos que vivimos con ese peligro cerca, que es una instalación petrolera".

Aseguran que, sin embargo, nunca un cuerpo de seguridad les explicó qué hacer en casos de emergencia. Ante la desinformación y las versiones contradictorias, entre el fuego que la gente veía crecer otra vez y lo que decían los ministros y la gobernadora de Falcón sobre el control de la situación, la gente prefirió dejar sus casas.

En sectores cercanos a la refinería, como Creolandia, Alí Primera, Antonio José de Sucre, 4 de Febrero, Judibana y Ezequiel Zamora, comenzaron a desalojar al mediodía. Cerca de 20.000 personas residen en los alrededores, de acuerdo con cifras del Comando Venezuela en el municipio Los Taques. A la gente se le veía en las puertas y zaguanes, con bolsos, almohadas y carteras, que montaban en camionetas y pick up.

Alexander Perozo sacó sus colchones en el techo de su Malibú blanco y se fue con unos familiares, después de que su casa perdiera el techo con la explosión del sábado.

"Por televisión decían que todo estaba calmado, pero nadie durmió en mi barrio. Esa luz del fuego asusta. La gente lloraba y comenzaron a irse. Yo mandé a mis hijos y a mi esposa para donde unos familiares en Coro. Me quedé en la casa para que no me la saquearan", dijo Levis Cordero, habitante de Ezequiel Zamora, que esperaba con un grupo de trabajadores, frente a una licorería afectada por la explosión en la avenida Alí Primera. El grupo iba a empezar las reparaciones del local, que fue saqueado el sábado en la madrugada, pero tuvo que detenerlas cuando en el barrio se corrió la voz de que debían desalojar.

Los obreros se sentaron en la acera, a la sombra, a ver las llamas. Calcularon que ese era el cuarto tanque que ardía desde que la tragedia comenzó. "Siempre dijeron que en tres horas se acababa el incendio; después, que en tres horas más. Eso fue desde la primera noche y hemos visto cómo colapsan más tanques. Ni bomberos ni cuerpos técnicos nos dieron la cara para decirnos qué hacer", lamentó Cordero.

Alfonso Lugo es pastor de una iglesia evangélica del sector La Chinita, a la que sólo un muro separa de la refinería más grande del país, que ayer en la tarde seguía ardiendo.

Se acercó con otros miembros del culto al punto de la avenida Alí Primera donde las llamas se veían en primer plano.

Oraron, con las manos hacia el cielo, para que cesaran las llamas y dieron gracias a Dios porque en su sector, pese a la cercanía, no hubo muertos en esta tragedia. "Estamos conscientes del peligro, pero no nos informan nada. Estamos a la voluntad de Dios. ¿Para dónde vamos a coger?", se preguntaba.

Las Villas Don José, un complejo de 43 viviendas adyacente a la refinería, también quedaron desiertas. Gregorio, uno de los vecinos, hacía fotos con su celular de las llamas y la columna negra que veía cualquiera que se asomara por la ventana de una de esas casas.

"Dijeron que ya había pasado la emergencia, pero uno ve la peligrosidad. Las 20 familias que viven aquí se fueron. La gente de Pdvsa vino esta mañana a revisar los daños (todos los vidrios se quebraron) y nos confesaron que lo mejor era irse, pero no es algo oficial. Lo oficial es que todo estaba controlado y horas más tarde vemos esto", apunta.

Antes de salir en caravana, un grupo de vecinos se detuvo en un escampado a contemplar el fuego. En casi todas las esquinas del perímetro de seguridad había custodia militar, pero la información sobre el estado de la emergencia no fluía. "No le han dicho nada a nadie. No hay información sobre si hay que alejarse. Claro, al ver esto, uno se va. La gente está dejando todo a la intemperie. Esto no se había visto nunca", confió un motorizado que iba rumbo a Coro.


Tomado de:
http://www.el-nacional.com/noticia/49016/15/el-exodo-desesperado-de-amuay.html

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