miércoles, 1 de junio de 2011

El enredo


Por: Antonio Cova Maduro - antave38@yahoo.com - Un normal restaurante en una ciudad anormal: es más importante tener la garantía de que los vehículos estén seguros, que la seguridad de que los alimentos que allí se consumirán se encuentren en buen estado. El problema reside en que el régimen que Venezuela padece al presente no es capaz de proporcionar a la población ninguna garantía de alimentos en buen estado, sino que, ¡oh sorpresa!, ese régimen es, precisamente, la primera amenaza para un estacionamiento normal. Eso fue lo que acaba de vivir -o mejor, sufrir- en Caracas la clientela, dueños y empleados del restaurante "La Huerta" en la avenida Solano de Sabana Grande. La Gaceta Oficial 39682 impuso a la Milicia Bolivariana "tomar" la legítima propiedad de los dueños del restaurante para adelantar la Misión Vivienda. La ironía de todo, como lo titulara la prensa del pasado sábado, es que para garantizar que algún día 40 familias tengan viviendas dignas, el régimen deja sin empleo y sin modo de vida a casi ¡60 familias! ¿Contradicción? No. ¡Estupidez! Lo importante del caso del restaurante La Huerta es lo que muestra. Y es esto lo que hemos de agradecerle, porque la verdad es que nos costaba creer en la simple ineptitud e incompetencia como la explicación fundamental de lo que está pasando. Eso no niega, por supuesto, el papel que esmerados incompetentes juegan en la liquidación del país, pero nos arroja una poderosa luz sobre el proceso. Más importante aún, sobre cómo el régimen llega a cabo, con esmero, su sensacional harakiri. Examinemos con atención el asunto. En un país que fue dejado a su suerte a partir de 1999: cero atención a ningún detalle, cero mantenimiento de nada, cero inversión en nada que tuviese que ver con la estructura y el funcionamiento del país, se desatan lluvias fuera de tiempo. Ojo, que lo único anormal parecería ser el "fuera de tiempo". Eso hace que, sobre todo en Caracas, se derrumben cerros y con ello colapsen viviendas. Hay, entonces, familias que quedan en la intemperie justo en momentos de lo único a lo que Hugo Chávez presta atención: ¡tiempo de elecciones! Como en Caracas, con toda seguridad tiene las elecciones perdidas, interpreta que el destino le ha brindado una oportunidad de oro. Y de paso, la posibilidad de llevar adelante el proyecto comunista que no ha cesado de entretener desde el mismo instante en que tuvo el poder en sus manos. Por eso, sin pensarlo dos veces: ¡manos a la obra! Pero, ¡sorpresa!, resulta ser que, como el cemento y las cabillas fueron nacionalizadas (término al uso para significar "paralizadas") por él mismo, habrán, pues, terrenos tomados, sin ninguna construcción en camino. Se le enredó el serrucho, como diríamos. Para mayor enredo, las lluvias son tan malvadas que no caen sólo en Caracas. No, también se antojaron de Los Andes. Por allá no parecen ser casas -o por lo menos no con notoriedad y abundancia- las que se derrumban, sino caminos. Por desgracia, quedarse aislados es como quedarse sin casas y eso obliga a ese mismo régimen centralista, a tener que gastarse unos buenos reales por allá. Está, pues, en el peor de los mundos: sin cemento, sin cabillas y sin real. Tiene poder, tiene Habilitante, tiene petróleo bajo el suelo, pero no da pie con bola en nada de lo que emprende. ¿Qué es lo que le pasa? Bueno, que tiene el poder concentrado en una sola mano y manejado por una cabecita que no anda muy bien, y luego tiene cientos de "revolucionarios" para ejecutar las órdenes de ese único y omnímodo poder. Toda una receta para el enredo más sensacional que haya contemplado la historia republicana de Venezuela. Encima entre esos miles de "revolucionarios" destacan dos clases singulares. Los que tienen un olfato sensacional para oler money, y una total incapacidad para mantener las manos quietas. Esas manos "le ponen la mano" a lo que brille, al mismo tiempo que complican y destruyen todo lo que tocan. Sobre todo, cuando entran en contacto con cabillas y cemento, con generadores y distribuidores de electricidad y con tubos de agua. El otro grupo de revolucionarios, una minoría muy activa -y encapuchada, por lo que se ve- trabaja en la oscuridad: abalea Vírgenes y descabeza santos, ensañándose con los corderos que apacible pastorea la patrona de Lara: la mujer con mayor convocatoria nacional año tras año. ¡Toda una proeza revolucionaria! El régimen se esmera en ayudarnos a echarle del poder; y como vemos ¡hace bien su tarea! Llegó el tiempo de la oposición oficial ¿acometerá la suya con igual brío y mayor tino?

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