viernes, 3 de mayo de 2013

¿Henrique Capriles «nuestro asombroso líder»?




Por: http://viejocretino.blogspot.com
En la edición digital de El Nacional, del 29 de abril de 2013, leí un artículo de Claudio Nazoa, titulado Trasero de cucaracha, en el que el humorista deja salir parte de la indignación que le produce los acontecimientos políticos que está viviendo el país.  En ese escrito, literalmente hablando, vemos a un Claudio Nazoa arrecho ante lo que para él -y para una buena parte de los venezolanos- la de Venezuela es una situación que no debe aceptarse así, sin más, como si no fuera con nosotros. Pero no fue eso lo que me asombró de ese escrito, sino la contundente afirmación de Capriles como «nuestro asombroso líder». Confieso que cuando leí esa expresión, no pude menos que sentir el escalofrío que siente la persona que va transitando un camino desconocido y  de repente se da cuenta que no es el camino correcto.

Nadie que se precie de una mediana sensatez puede negar las dotes políticas de Henrique Capriles. En esta misma bitácora, en las circunstancias electorales del pasado 7 de octubre, escribí que, al votar por Henrique Capriles, era la primera vez que no sólo votaba en contra de Hugo Chávez, como lo vine haciendo desde 1999, sino por un candidato.  Tanto el discurso como las actitudes mostradas entonces por Henrique Capriles, me hicieron concluir que podía llegar a ser una buena opción para dar inicio al proceso de reconciliación y de renovación que demandan imperiosamente las calamitosas circunstancias que vive este país. Desde el 7 de octubre de 2012 hasta el abril del presente año, Henrique Capriles mostró un crecimiento en su talante político que le permitió llevar a cabo una admirable campaña presidencial en medio de todos los reveses que implican enfrentarse no a una persona, a un candidato, sino a un estado omnipotente en manos de un partido político. El pasado 14 de abril no me quedaba la menor duda de que Henrique Capriles era la opción frente a la evidente decadencia y desgaste del chavismo. Por esa razón voté por él y seguiría votando por él, a menos que en su discurso o en sus actitudes vea evidencias que arrojen dudas razonables sobre su vocación democrática.

Pero de ahí, a considerar a Henrique Capriles como «nuestro asombroso líder», lo siento, no me anoto en eso. Quienes me conocen siempre «alaban» mi memoria. Uno de mis profesores decía que yo tenía memoria de elefante, y eso era verdad, porque he venido notando que la pérdida de memoria es una de las cosas que más me está afectando.  Pero todavía tengo la suficiente memoria como para acordarme de la situación política de caos que vivía Venezuela en 1998 y las dotes de líder carismático de Hugo Chávez. ¿Cuál fue el resultado de esa, para mí, nefasta combinación? Haber incurrido en uno de los peores desaciertos de nuestra historia: llevar democráticamente al poder a un individuo que quiso hacerse con el poder por medio de dos intentonas golpistas. ¿Era mucho pedir caer en la cuenta de que no podía esperarse cultura democrática en quien no fue más que el último de los gorilas golpistas de América Latina?  Una situación caótica y un líder con pretensiones mesiánicas impidieron un elemental ejercicio mental. Y allí se entronizó Hugo Chávez, que hasta un «heredero» nos dejó para seguir recordándonos que su pretendido socialismo del siglo XXI ha sido una de las mayores estafas sufridas por este pobre país.

También ahora estamos viviendo una crisis que, en términos cualitativos y cuantitativos, es mucho peor que la crisis del 98. Nos encontramos en un país completamente polarizado, dividido en dos partes iguales y una ausencia de voluntad política que lleve al reconocimiento mutuo.  Por más que ya son muchos los llamados hechos desde distintos frentes, Venezuela son dos polos que van caminando hacia un despeñadero, quizá sin darse cuenta de que el destino final es eso: un despeñadero. Mientras que los «maduristas» hacen todo lo posible por legitimar el gobierno de Nicolás Maduro, los opositores nos resistimos a aceptar la legitimidad de un poder que en Nicolás Maduro tiene todos los componentes para hacerlo aparecer como un poder espurio. La crisis política no permite ver otros elementos de esta macro-crisis, como son la destrucción de la economía nacional a través de la destrucción del aparato productivo, los niveles de inflación, la escasez de los productos más básicos, con la consiguiente restricción a la hora de adquirirlos. Y esto sin dejar de lado que Venezuela tiene los niveles de inseguridad suficientes como para estar dentro de los primeros lugares de los países más violentos del mundo. Por estar centrados en la polarización política, el día que menos lo esperemos nos estallará en la cara la crisis económica, y será entonces cuando oficialistas y opositores nos miremos unos a otros a la cara, sin saber qué hacer y para dónde coger.

No sé si los oficialistas asumieron ya que ahora quienes carecen de un líder son ellos. Muchos opositores, sin embargo, no se cansan de ensalzar el liderazgo de Henrique Capriles que, como dije, es evidente.  Pero el problema de los oficialistas ayer y de muchos opositores hoy es la absolutización de ese liderazgo. Cuando a una realidad, sea de la naturaleza que sea, se le confiere un estatuto absoluto, entonces desaparece el sentido crítico que permite distinguir para no confundir. ¿Cuántas veces los oficialistas no fueron acusados de ser un hatajo de borregos que esperaban «pauta» de Miraflores para poder expresarse? ¿Y qué pasa ahora con muchos opositores? ¿Acaso pierden de vista que ellos también pueden convertirse en un hatajo de borregos, que están pendientes del silbido del «pastor» para saber qué rumbo coger o a qué dirección ir?  Es cierto que Henrique Capriles es el líder de la oposición, pero no debemos caer en la terrible trampa de absolutizar su liderazgo. No olvidemos que ese fue el origen de la asunción de Hugo Chávez al poder y los efectos de esa asunción los estamos padeciendo con creces y los tendremos que seguir padeciendo no sé durante cuánto tiempo, porque el «legado» de Hugo Chávez, aparte de esta terrible crisis política, económica, social y moral, es habernos dejado en manos de una caterva de oportunistas y trepadores que ahora andan como ovejas sin pastor. O, lo que es peor, están en manos de Diosdado Cabello que nada tiene de pastor y sí mucho de mercenario. 

Lo peor de todo esto es que el tenor de vida de Henrique Capriles no da de sí para pensar que es de esos políticos que se creen los absolutos salvadores de la patria. A diferencia de Hugo Chávez, Henrique Capriles no parece padecer de esos complejos de inferioridad y de ese resentimiento que lo lleve a desear ser tenido como un dios, como un salvador. Creo que lo más interesante de Henrique Capriles es tener conciencia de su vocación democrática y de ser una pieza clave en el proceso de renovación -que no de restauración- que necesita este país. Vistas las cosas desde esta perspectiva, le haríamos un flaco favor a Henrique Capriles si caemos en la trampa de absolutizar su liderazgo y de perder con ello la capacidad crítica que permite someter a discernimiento el desempeño político de quienes escogemos para que ocupen los puestos de poder necesarios para el gobierno del país.

Voté dos veces por Henrique Capriles y seguiré votando por él, pero nunca formaré parte de quienes lo consideran como «nuestro asombroso líder».

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