Por: Carlos Blanco - http://www.tiempodepalabra.com/ - @carlosblancog - Después de esta tempestad vendrá otra. La calma, tan ansiada y necesaria, sólo se revelará después de la furia renovada. Eso es optimismo; pesimismo es que después de esta tempestad venga el vacío, la larga e interminable noche en la que nada se mueve, nada aparece ni desaparece. La borrasca que pareciera estar en formación es la de la transición; comenzada ya, ante la perspectiva de que culmine la etapa del caudillo militar. La sola posibilidad de que el hombre sea eyectado ha generado movimientos como si esa posibilidad fuese una certeza. Del lado opositor la proliferación de candidatos, aun con sus problemas, tiene la cara luminosa de exhibir una mayor convicción en el cambio. Nadie se arriesgaría al ridículo sublime de promoverse como opción de reemplazo si no hubiese en el ambiente ese olor a lavanda que suele preceder la ocurrencia de grandes acontecimientos. Sin embargo, el signo más importante de lo que puede venir está en lo que sucede del lado del oficialismo. Se da, por ejemplo, el curioso caso de generales que quieren salir de sus cargos en julio sin codiciar continuar, ni siquiera en puestos más elevados, porque que no desean estar a la hora de la rendición de cuentas que se presenta como verosímil. Otros oficiales, con la discreción del caso, comienzan a poner una discreta cabeza de playa en algún lugar respetable del planeta con algún miembro de su familia, sin que entren en estas consideraciones destinos como Cuba, Irán, Bielorrusia o Nicaragua. Pero, sobre todo, la transición se huele y observa en las señales de humo que ya se entrecruzan de aquí para allá y de allá para acá. Hay quienes, dentro del oficialismo, sienten que hay que salir del cuarto húmedo, caliente, contaminado, lleno de gases, de dolores de barriga y de rodilla, en los que el Comandante-Presidente convirtió el experimento liberador. Tanta rodilla en tierra en vez de conducir a las glorias de Austerlitz o de Carabobo, condujo al traumatólogo y a la aplicación del Santo Remedio junto a cataplasmas de alcanfor. Así como el país estuvo pendiente de la vejiga de Gómez durante meses como signo de la permanencia del dictador en el poder, Venezuela podría entrar en la melancólica etapa en la que los principales comentarios de los altos funcionarios se refieran al Primer Menisco de la República. Hay que imaginarse que en vez de partes de guerra en la lucha contra la invasión imperial el país deba someterse a los partes médicos, seguramente testimonios de la imposibilidad de curar huesos y bisagras corporales con la ciencia capitalista; de tal modo que se podrán tener noticias de tratamientos factibles con la ciencia médica revolucionaria que se cultiva en cañaverales y bohíos cubanos. La transición es una posibilidad que se respira y su solo aroma hace que se inicie. Las actitudes han emprendido su cambio, unos se hacen más proclives al diálogo para verse en el espejo de un país que podría ser diferente, más variado, en el cual los asfixiados de hoy puedan volver a respirar como si amanecieran asomados a una playa fascinante y amable; otros comienzan a mirar con angustia donde están las puertas de salida de un aeroplano que pierde altura y en la que el piloto se contempla, extasiado, el ombligo; sensación que experimentan los rojos de tan cansados que están de la obediencia sin apelación, para no hablar de las posibilidades de lesiones por tanta rodilla en tierra, tan inútil como maligna postura. LA TRANSICIÓN POLÍTICA. Hay quienes se preguntan cómo va a gobernar un eventual presidente democrático con todos los poderes en contra. Esta interrogante es esencial. Es posible que la resistencia del viejo poder obligue a la convocatoria inmediata de una asamblea constituyente para su relevo; pero no puede descartarse que el cambio del centro de gravedad del sistema político haga que nuevas mayorías se constituyan en los poderes existentes. ¿Cuántos magistrados, diputados, generales y altos funcionarios no estarán dispuestos a avenirse a una transición que les garantice respeto a ellos y cierta paz a la sociedad? Hay sectores, como los grupos paramilitares existentes, que de todas maneras podrían oponerse de manera militante. Esta situación representa un peligro real y habría una tentación de responder con la misma moneda del lado de los nuevos vencedores. Sólo se podrá evitarse este escenario con una rápida reinstitucionalización de la Fuerza Armada y de las policías para que las armas de la República vuelvan a estar en sus manos y no en la de esos grupos. Estos ya generan ese ambiente de guerra civil de baja intensidad que hay en el zócalo de la sociedad, de la cual forma parte no sólo la violencia política sino la criminalidad rampante, que trabaja como un agente del toque de queda informal necesario para el autoritarismo. En la transición, el PSUV y los partidos que apoyan al gobierno tendrán que ser interlocutores de las fuerzas democráticas. Este tema levanta urticaria, porque algunos se preguntan si la espada de la justicia se verá impedida de actuar. Habrá de todo en esta discusión, pero lo único seguro es que la exclusión de los agrupamientos que hoy son gobierno puede conducir a la perpetuación de la violencia y a su eventual incremento, porque muchos de los hoy partidarios del régimen no tienen las limitaciones políticas y morales que caracterizan a los hoy oposicionistas si de promover el terror se trata. Este entendimiento será necesario porque la transición estará gobernada por una explosión incontrolable de demandas sociales. Hoy esas demandas se solucionan con dineros que hipotecan al país y con plan de machete y gas del bueno en las calles. Un gobierno de transición se verá en la imperiosa necesidad de comenzar a arreglar, con sentido político, las cuentas fiscales, y no podrá usar los expedientes represivos contra la protesta social. Sólo una visión de Estado, con sentido estratégico, podrá dar cuenta de estos desafíos. Si el próximo eventual presidente se adhiere a la demagogia no podrá controlar las demandas sociales que Chávez ha logrado dominar con un fuerte liderazgo; pero si el próximo eventual presidente acude a los expedientes represivos no durará ni un instante y se convertirá en un pie de página de la historia patria. EL CANDIDATO. El principal problema al cual debería atender el sector democrático no es quién puede ganar las primarias sino quién puede gobernar a Venezuela como presidente de la transición. No es lo mismo ganar una elección dentro de la oposición que gobernar en medio de la tormenta que vendrá. Estas son razones suficientes para pensar en que quienes concurran con posibilidades a las primarias opositoras deberían ser capaces, en la campaña, de un durísimo cuerpo a cuerpo con Chávez y luego de gobernar como estadistas un país descuadernado. Póngale nombre a esta persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su Comentario