martes, 15 de marzo de 2011

Con mucho respeto...


A quienes quedaron sembrados en las aguas, en la tierra, en los cielos, en los vientos de un día sin horarios
ni misericordias
Hay adagios que se le incrustan
a uno en el alma
que dibujan en el tremor de una sílaba
los acordes de la vida sobre un mar
sin tsunamis sobre un paisaje sin
devastaciones un planeta sin guerras
Melodías que se deslizan
incandescentes hacia esa parte
de nosotros que aún no descubrimos
que se resguardan en las pupilas
de los niños a quienes nadie les ha
secuestrado la risa
que aguardan ineditas su tiempo
de resurrección
Acordes que nos otorgan el talismán
del asombro la magia de los
encantamientos
el poder de las imaginerías
para salir ilesos de los tormentos
y que no se deshaga la ternura
en relámpagos de lágrimas y
estruendos de adioses
Cuerdas que le reescriben ensoñaciones
a la noche larga de la tristeza con la que
nos sellaron la existencia
Si tan sólo pudiéramos armados
de esas ráfagas de viento que trastocan
los oboes y las flautas los clarinetes
y los píccolos hacer florecer los
campos arrasados levantar los maderos
que sostenían la ilusión de un pan
aún sin hornear de revivir los que se
nos fueron aún antes de conocerlos y
estrecharlos en un abrazo oloroso
a gengibre y jazmínes
Si pudiese nuestra preterida
humana condición servir de dique
y escudo de fortaleza y refugio
para detener las aguas encrespadas
aquietar las colinas subterráneas
cambiar de dirección la fiereza
de los remolinos qué de vida
no se levantaría para edificarle
una casa planetaria al hombre
Y sin embargo no somos sino tristes
espectadores de nuestra propia muerte
silentes acaparadores de tragedias
inutiles árboles plantados en un
tiempo de desiertos viendo pasar
inadvertidos la ira de la tierra y
la ira de los hombres en su inútil
empeño de hacerse de una parcela
desde donde disparar al hermano
¿Será esa en definitiva la única
memoria que dejaremos en este
tiempo eterno de infortunios
y soledades?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su Comentario