Por: Pedro Mejías - Ha pasado por mis manos el trabajo “Sangre en el Diván” de muy reciente publicación (Random House Modadori, 2010) sobre el caso judicial relacionado con el asesinato de Roxana Vargas crimen por el que se acusó, proceso y sentenció a su psiquiatra Edmundo Chirinos. El libro está especialmente centrado en la descripción del estado mental del acusado partir del expediente policial y recoge además testimonios de personas que se relacionaron con el profesional de la salud. A medida que avanza la lectura se va configurando entre líneas una pregunta que crece con cada cita del psiquiatra ¿cómo este personaje, con los claros indicios de perturbación que presenta, llegó a las posiciones que ocupó en la sociedad nacional? Aunque pudiera parecer frío un análisis efectuado a posteriori a través de las líneas de una investigación periodística encontramos que en cada uno de sus momentos en el pasado hubo una clara percepción delincuencial en la conducta del psiquiatra: “Entre sus colegas y personal técnico, la descripción se va tornando más delicada, al tiempo que más hostil. Sugieren allí investigar en archivos de los organismos policiales de hace veinte años o más, denuncias por abuso sexual el psiquiatra” (Op. Cit. Pag. 93). “Los trabajadores de El Cedral muestran culpa y vergüenza cuando se les pregunta cómo es que si sabían que Chirinos cometía esas tropelías nunca lo acusaron” (Op. Cit. Pag. 94). Este es el personaje que ocupó cátedras en hospitales y llegó a ser Rector de la Universidad Central de Venezuela. Fuera de su mitomanía está el espaldarazo y el apoyo que colegas, relacionados y la colectividad en general le tuvo que brindar para ser investido de tales posiciones. Uno se pregunta si no hay mecanismos, tanto académicos como gremiales y sociales para depurar y regular las decisiones que se van tomando, porque las décadas transcurridas en la impunidad no sólo hablan de la habilidad de Chirinos para congraciase con diversos gobiernos, elemento que comparte con muchos otros especímenes de la fauna que conforma las élites políticas y económicas de la vida nacional, sino que también dejan en entredicho la ética en el ejercicio profesional del gremio, en este caso médico, cuando sólo hasta el momento de la sentencia definitiva se considera una petición efectuada para prohibirle el ejercicio de la psiquiatría, y es solicitada por parte del Ministerio Público. Desde afuera uno pensaría que los gremios tienen tribunales disciplinarios para atender este tipo de denuncias que, a juzgar por el libro, acumulan años en contra de un profesional, en la teoría uno pensaría que los cuerpos docentes disponen de regulaciones internas para seleccionar a los profesionales más capaces y probos para que representen a la academia, idealmente uno espera que las sociedades dispongan de mecanismos para evaluar a quienes las van a representar. Lo contrario es una Cosa Nostra social en la que todos cargamos con una parte de la culpa, con ese pecado de omisión, de dejar pasar bajo la mesa el exabrupto y de ir premiando la mediocridad siendo cómplices. Visto desde esta perspectiva y llevado a la escala social, lo contrario sería terminar cohonestando las malas prácticas de un gobierno que atropella, veja y se burla de los méritos y de los valores de la sociedad para imponer los suyos. Llevado más lejos, visto así, me siento orgulloso de no ser cómplice de los desmanes que ocurren hoy en día en PDVSA. Cuando se hace una entrevista a varios especialistas para evaluar la condición psiquiátrica de Chirinos dice Rómulo Lander: “Los sociólogos que estudian el funcionamiento de la sociedad podrían responder por qué esta sociedad colocó en un pedestal a Chirinos; o los religiosos que estudian la conducta moral de esta sociedad; o los psiquiatras que reciben en sus centros a las personas más dañadas mentalmente de esa sociedad; o un psicoanalista que trata de comprender la conducta individual de un ser humano y cómo se puede entender la conducta de la sociedad. Todos podríamos tratar de explicar por qué esta sociedad colocó a Chirinos en un pedestal.” (Op. Cit. Pag. 161) En el mismo capítulo dice Miguel Angel de Lima: “¿Está la sociedad enferma?. Si. Parece que se premia la mentira, los fraudes, el engaño. La sociedad en pos del éxito. ¿Cómo hago para ser reconocido delante de mis pares? Soy capaz de todo para obtener prestigio, fama, dinero. La masa se vuelve insaciable” (Op. Cit. Pag. 166-167). “El eventual aprovechamiento económico de Chirinos sobre sus pacientes ha sido comentario frecuente entre colegas. Y más allá llego a preguntarme si Chirinos hará el TEC de verdad, o si todo es con el objetivo de tener a las pacientes sedadas” (Op. Cit. Pag. 177). Y allí coincido con esta apreciación, estamos enfermos, y no luego de doce años de régimen, este sólo ha sido un tiempo para que madure y aflore lo peor de nuestra naturaleza, pero debíamos estar ya enfermos, porque sólo una sociedad enferma vota por el actual régimen, sólo una sociedad enferma escoge un planteamiento vacío y desconocido para corregir errores, sólo una sociedad enferma deja que se decapite su generación profesional de relevo mientras se mira a otro lado con tal de acumular unos centavos. Quiera Dios que estos años nos sirvan para madurar, para sanarnos y encontrarnos. Que podamos aprender que para el funcionamiento social hay elementos que nos trascienden y que no son negociables.
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