martes, 21 de julio de 2009

La medicina venezolana condenada a muerte

Así "ERA" el Hospital Vargas en Caracas


Por Mercedes Montero - Cuando Hugo llegó al poder, traía una carta bajo la manga, esa era la de la destrucción de Venezuela a la que odia. Esa carta es una receta sobre como hacer polvo a un país, como lapidarlo, dejándolo lleno de escombros, desechos y cadáveres por todas partes. ¿Que le ofrece Chávez a la nación venezolana, a la que también odia?, Pues la transformació n de nuestro país en una copia fiel de la Isla cárcel que no es otra cosa que la Cuba de Fidel, poblada por unos ciudadanos que otrora fueran felices y prósperos y ahora son un pueblo mendicante. Todos sabemos que la cantidad de muertos producto de una gestión, que más vale llamar indigestión de seguridad, nos deja decenas de muertos por causa de la violencia todas las semanas, especialmente de Viernes a Domingo. Pero debido a que en el decreto presidencial está incluida la destrucción de la Medicina Venezolana, pues sencillamente entre la mortandad, el escaso número de patólogos, la falta de insumos para realizar el trabajo de autopsias, y la falta de capacidad de las morgues, son menos los casos en los que se puede hacer una investigación forense tal y como debería ser hecha. Estando las policías desbordadas con los crímenes, se matan muchos pájaros con cada muerto. Se cercena el derecho a la vida y cunde el pánico, se limita la posibilidad de lograr justicia, entonces no hay reclamos, se ataca a los patólogos por exasperación, se destruye a los médicos venezolanos. Los ambulatorios fueron cerrados para colocarles al lado los módulos de Barrio Adentro, hoy en día abandonados. Los médicos venezolanos con una formación compleja y completa fueron relegados y sustituidos por los “doctores pastillita”, todos ellos técnicos en Medicina, y los que eran médicos de verdad encontraron la vía para escapar de la isla cárcel al venir a Venezuela. Ellos recuperaron su libertad, pero nuestros médicos se han ido a practicar lo que aprendieron a otras latitudes. Los médicos que se formaron en Cuba en 18 escasos meses, no están en capacidad de realizar operación, diagnóstico o recetar a alguien. Bravo perdimos el derecho a la salud y a una buena atención médica. El estado de los hospitales es lamentable, están sucios, con camas desvencijadas, sin insumos, sin los equipos requeridos, con inseguridad dentro de cada hospital, los malandros asaltan a médicos y pacientes por igual. Eso si los médicos cubanos son los jefes de salas, de servicios, etc., por encima de cualquier médico venezolano. Bravo también estamos perdiendo a los médicos con experiencia. Las clínicas privadas están desbordadas debido a que son los únicos sitios en los que se puede recibir una buena atención médica. Por supuesto para conseguir un cupo hay que hacer magia, cuestan millones, porque entre otras cosas en Venezuela no hay suficientes medicamentos, insumos, los médicos venezolanos han tenido que emigrar, por lo tanto quien no tenga un seguro está de malas, y cuando se le acaba el fondo del seguro está peor, tiene que vender la casa, los muebles, buscar reales prestados, endeudándose hasta la orejas. Aquellos que no tenemos como pagar asistencia médica privada, no nos podemos enfermar, pues si tenemos que ir a un hospital público, lo más probable es que terminemos de a dos en una cama, o en una colchoneta en el piso. Tenemos un caso “insignia”, el Hospital Vargas de Caracas, donde funciona una de las mejores escuelas de Medicina del país, está en una remodelación que no acaba, por lo tanto de acuerdo a la información dada por el Dr. Rafael Muci, las camas están vacías, lo que se desea es que los pacientes, médicos y estudiantes desaparezcan para reemplazarlos por “cubanos irregulares”. Debe ser por dos razones, primero por el decreto de guerra a muerte contra la Medicina Venezolana, y segundo porque José María Vargas, primer Presidente Civil de Venezuela, era demócrata y amaba a su patria, dos razones más que suficientes para odiar su memoria, de acuerdo con la filosofía de la “revolución bonita”.

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