Por: Federico Vegas
Cuando Jorge Luis Borges cumplió sesenta
años, escribió que le resultaba inevitable confundir su propia
declinación con la de la historia, el “crepúsculo humano con el vasto
Crepúsculo de los Dioses”. Ésa es mi edad y la explicación de por qué mi
vida parece acompañar al país en esa pendiente que se nos va
convirtiendo en despeñadero.
A veces pienso que todo se resume a qué
se va a pudrir primero: si el País, el Gobierno o mi cuerpo, una
trilogía que aún aguarda agazapada en la consigna que tanto nos
remacharon: Patria, Socialismo o Muerte; esta última una experiencia siempre intransferible, siempre solitaria.
Según la orgullosa historia de los
pueblos, la Patria es más perseverante que los gobiernos y nuestras
provisorias biografías.
Pero no podemos confiar en la peligrosa ilusión
de que un gobierno, al no ser capaz de resistir los testimonios de su
propia putrefacción, tarde o temprano, desaparezca. Algo similar
establece un proverbio que usamos de asidero cuando estamos a punto de
perder la esperanza: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo
resista”. Todo depende de a cuál cuerpo se refiera uno, pues ni el más
infantil de los venezolanos puede continuar aguantando semejante
fórmula.Ya no hay más tiempo.
Creo que mi ansiedad es comprensible y
se multiplica ante las preguntas: ¿Quién dirige las protestas? ¿Qué
podemos obtener gracias a ellas? ¿Hacia dónde vamos? Nadie parece estar
al mando, nadie parece tener una respuesta. Esta incertidumbre puede ser
considerada una gran debilidad, ¿pero no será también, en alguna
medida, una gran fortaleza, una señal de que hemos tocado fondo, la base
para un verdadero impulso?
Ya en otro escrito conté que, agobiado
por el alud de noticias y videos, busqué referencias en los orígenes de
la literatura y acudí a la Ilíada y la Odisea. Apenas
logré hacer un recuento de ambas epopeyas y pensé que no había logrado
establecer una conexión con lo que nos sucede, pero acabo de escuchar en
la radio sobre una estrategia mucho más cruel que las de aquella guerra
mítica: una ambulancia convertida en Caballo de Troya.
Hoy quiero contarles sobre un episodio
que tiene que ver con ese “Nadie” que tanto nos mortifica. Trata sobre
cómo Odiseo logró liberarse de la cueva donde lo tenía prisionero el
cíclope Polifemo.
A quienes piden acciones concretas para enfrentar la
cúpula de los poderosos, tengan paciencia, pues puede que esta historia
les resulte inspiradora y encuentren sus propias soluciones. El pasado
siempre aguarda la oportunidad de volver a ser presente.
Sabemos que Odiseo embriagó con vino al
gigante después que éste se había devorado a dos de sus compañeros;
sabemos que el monstruo se durmió y entre varios le clavaron una estaca
en su único ojo; sabemos que lograron salir de la cueva atados al
vientre de los carneros que Polifemo enviaba a pastar. Ahora falta por
contar el ardid que hizo posible esta secuencia de victorias. Veamos que
nos cuenta el propio Odiseo:
Cuando los vapores del vino invadieron la mente del Cíclope, me dirigí a él con dulces palabras:
– Cíclope, ¿me
preguntas mi célebre nombre? Te lo voy a decir, mas dame tú el don de
hospitalidad como me has prometido. Mi nombre es Nadie, y Nadie me
llaman mi madre y mi padre y todos mis compañeros.
Así hablé, y él me contestó con ánimo cruel:
– A Nadie me lo comeré de último, después de sus compañeros. Ésa será la hospitalidad que te voy a ofrecer.
Cuando el cíclope ya estaba herido y
ciego, comenzó a gritar enloquecido de rabia y dolor. Los cíclopes que
habitaban en los promontorios vecinos se acercaron a su cueva y le
preguntaron:
– ¿Por qué gritas, Polifemo, de esa manera en la noche y nos despiertas a todos? ¿Acaso algún mortal se roba tus rebaños?
Y el poderoso Polifemo les contestó desde la cueva:
– ¡Amigos! ¡Nadie me mata con engaño!
Y ellos le contestaron con estas aladas palabras:
– Pues si nadie te ataca y estás solo… es imposible escapar de la locura que te envía el gran Zeus.
Así dijeron y se marcharon. Y mi corazón rompió a reír de cómo los había engañado con mi nombre y mi inteligencia irreprochable.
Cuando a Maduro le preguntan quién
dirige las protestas en Venezuela, unas veces dice que el Imperio y
otras que la mínima parte de una minoría. ¿Acaso sus respuestas no son
igual de confusas, además de estratosféricas? Luego es válido
preguntarnos: ¿Quién será ese Nadie de escala tan variable?
Nadie somos todos, y muchos han
llegado a esta conclusión. Se siente en el aire, en el espíritu. Yo lo
percibía en mis huesos incluso antes de relacionarlo con el episodio que
se dio en la cueva. Mediante su estrategia, Odiseo nos enseña que ser
Nadie es un arma siempre latente en la historia de los hombres
oprimidos.
Y falta una sorpresa, otra ofrenda de los siglos. Buscando en la etimología de Corominas, encontré que “Nadie” deriva de nati, “nacidos”, pues los romanos solían decir: Homines nati non fecerunt, “personas nacidas no lo hicieron”. De Homines nati se
pasó a “nadi”, y finalmente a “nadie”, una suerte de abreviación de
“hombres nacidos”. De manera que no sólo Odiseo nos muestra un camino,
también la lengua nos señala que “Nadie”, tal como lo sospechábamos,
somos todos los “hombres nacidos”. De allí venimos y hacia allá vamos,
si sabemos asumir el poder de convocatoria de una palabra que muchos
consideran despectiva.
Apenas las naves de Odiseo llegan a la
isla de los Cíclopes, comienzan a aparecer imágenes que nos resultan
familiares, pues los griegos se adentran en una tierra de seres
“soberbios y sin ley, quienes confiados en los dioses inmortales, no
plantan árboles ni labran los campos, sino que todo les nace sin semilla
y sin arado, gracias a la lluvia enviada por Zeus”. Aquí Homero parece
brindarnos una alegoría de nuestra riqueza petrolera, esa lluvia
embriagadora que brota de la tierra hacia el cielo.
Los cíclopes encarnan además una pasmosa
representación de la cúpula que nos gobierna, de los poderosos jerarcas
que se rotan los cargos y se recluyen en misteriosas cavernas donde
guardan sus tesoros. Son tan poderosos y convencidos de que mandarán por
siempre, que nos miran despectivamente desde ese ojo único que los
induce a ver los asuntos de una sola manera y sentirse dueños de una
sola verdad. Ese creciente y conveniente estrabismo les impide ver lo
que tienen al frente. Allí radica su arrogante poder y la debilidad que
los hunde en sus propias proezas políticas.
Se dice también en la Odisea que los
cíclopes carecen de las ágoras donde los hombres se reúnen a deliberar.
Hoy sabemos que en estos tiempos de tanta desesperación y ceguera,
cuando se plantea crear comisiones de la paz y de la verdad, estas no
pueden darse en la Asamblea Nacional, el lugar natural para que un país
dividido se encuentre y dialogue, pues, lejos de ser un ágora, se ha
convertido en un corral de ventajismo y avillanamiento. Es inexplicable
que, con una mayoría de votos de la oposición, se haya configurado una
Asamblea donde la oposición no tiene ningún poder y a sus diputados se
les pueda negar el derecho de palabray hasta golpearlos impunemente. En
este recinto se terminó de instituir una máxima: “Aun cuando tengas más
votos serás Nadie”, y con esto se consolidó otra cueva más de
estancamiento, oscuridad y servidumbre.
¿Quieres ver ejemplos de quién es Nadie?
Trata de encontraren nuestros canales de televisión nacionales qué está
haciendo la oposición. ¿No logras encontrar nada? Pues ése es el Nadie
invisible, múltiple, que todo lo invade como el agua que rebasa un dique.
Me conmueve cómo se va extendiendo esta condición, pues Nadie también son los hijos de los cínicos jerarcas, esos jóvenes que se avergüenzan de su apellido ante sus compañeros estudiantes.Y Nadie
es también el Guardia Nacional que se pregunta en una manifestación:
“¿Por qué si yo tengo las armas, soy el más acorazado y el que más suda.
Y por qué si soy quien está más protegido soy el único que no puede
reclamar, gritar que estoy harto?”.
Aprovecho para decir cuanto lamento que
tantas críticas se hayan centrado en las manifestaciones más
desesperadas. Ensañarse contra las guarimbas es como regañar por su
eruptiva al paciente que tiene una fuerte alergia, diciéndole: “¡A qué
viene tanta roncha!”. Acaso no es más grave la actuación de un
presidente que quiere apagar las candelitasa punta de leña. Las
guarimbas son irracionales, pero revelaron algo aun más enloquecido y
enfermo.
Todo nuestro esfuerzo tiene que estar
dedicado a buscar alternativas, formas de organización, de expresión, de
sanación. Conocemos las herramientas del pasado, la necesidad de los
partidos, pero también contamos con la creatividad, la natural voluntad
de igualdad y el valor inagotable de los estudiantes. Ahora que la
pendiente desciende agradezco que me recuerden los años de cuando
ascendía. Es importante analizar la gesta de los estudiantes, pero no
perdamos de vista que ellos también nos están estudiando.
El gobierno ha creado las circunstancias donde crecen esas multitudes de Nadie.
Al no contar con las grandes estructuras de información nacionales nos
hemos convertido en lectores y escritores, en difusores y analistas, en
comentaristas incesantes, en políticos que ya no tienen más nada que
perder, en hombres nacidos que no quieren legar su absurdo drama a
quienes están por nacer.
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