sábado, 19 de diciembre de 2009

Vergüenza propia


Por: Eleonora Bruzual - ebruzual@gmail. com - Gente que en distintas épocas ha mostrado la cara de la indignidad - Hay frases que se me hacen chocantes cuando se convierten en "hechas"; es el caso de "vergüenza ajena", por hecha y por hipócrita la rechazo, más en esta tragedia infinita que vivimos en Venezuela y que tanto farsante vivarachísimo finge no conocer. No es ajena la vergüenza que causa ver en lo que nos han convertido el país, tampoco el aceptar que un cuatrero nos tasajee la patria y se la reparta con sus cómplices y sus chulos. No sé cuántos sentirán mi lacerante vergüenza, no lo sé ni me importa. Después de haberme creído por décadas que éramos el bravo pueblo y aparecer un militarote golpista mostrándome que estaba pelada, una profunda vergüenza -que además asumo públicamente- tengo. Con mis sonrojos cada vez que fuera de nuestras fronteras me preguntan cómo permitimos este espantoso descuartizamiento del país y sus valores, vivo más en paz que aquellos que me dicen descarados que se han resignado y que no es tan malo ya que con Chávez han ganado mucho y esperan ganar más. Esos que aparecen en crónicas sociales abrazados de hampones y no les causa incomodidad, por el contrario, son los socialites de un tiempo putrefacto que airean con billetes con olor a crimen. Llevo años conviviendo con la vergüenza y esta crece cada vez que me topo con gente que supuse honorable y me resultaron "unos y unas" sinvergüenzas; los que te hablan de un sentimiento ajeno porque son tan pillos como los chavoburgueses que en Miami los esperan para celebrar. Esos que tienen su militarcito agalludo a quien proponerle negocios, su mujercita arribista a la que venderle ropita cara que aunque de seda, la seguirá mostrando como es. Su "muerganita" cuyo marido pretende decirnos que con "las obras de arte" creadas por su consorte reunió millones. Gente que en distintas épocas ha mostrado la cara de la indignidad. La que llevó sus hijas a Castro y a Gómez. La que se arrimó a Pérez Jiménez. La que se acurrucó con las barraganas, y la que descubrió que el socialismo de Chávez era un cuento, y que pegársele no sería honroso, mas sí provechoso.

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