lunes, 14 de septiembre de 2009

Militarismo vs. Instrucción formal


Por: Miguel Bahachille - miguelbm@telcel.net.ve - El sistema educativo se había desempeñado hasta hace poco con relativa autonomía en la toma de sus decisiones. Ahora fuerzas poderosas, sustentadas en leyes amenazadoras, actúan para introducir cambios estructurales de gran alcance. Se intenta intervenir, con planes conocidos, la conciencia urbana de la población y, sobre todo, la de nuestros niños. Esas acciones son subproductos de la coacción de una mente desencajada del entorno académico moderno. Los países desarrollados se esfuerzan por investigar, día a día, los principios del conocimiento integral para, entre otros beneficios, ponerlos al servicio del hombre y optimizar la distribución de los bienes. La fortaleza de una economía es fiel reflejo del trabajo y de los bienes y servicios que produce. Desde nuestra perspectiva histórica la mayoría de la población pasó de la agricultura a la industria y de la vida rural a la urbana y suburbana en un lapso relativamente breve. A partir de la II Guerra Mundial se produjo otro cambio. La fuerza de trabajo en las áreas de servicios e información creció mucho más y a mayor velocidad que en el sector de producción de bienes. Hoy, la tasa de crecimiento del conocimiento en los países mejor posicionados es dos veces mayor que de otras asistencias. Sin embargo Chávez, en pleno siglo XXI, estimula con vigor el resurgimiento del conuco (rancho endeble y un pequeño predio) como solución a los problemas productivos del país. ¿A dónde nos conduce esta paradoja? El Palacio de Miraflores, sede del gobierno central, pretende convertirse en la médula del aparato educacional e informativo del país. De allí que se estén formando decenas de miles de jóvenes, con tutoría militar y bajo el eufemismo de milicias bolivarianas, para estructurar un nueva forma de relación entre individuo y población. En los últimos diez años Las Fuerzas Armadas se han ensanchado a expensas de otras asistencias. Han sido dotadas de recursos tan inmensos que, no obstante las experiencias trágicas del militarismo latinoamericano, son ponderadas por este gobierno como factor decisorio de nuestra vida republicana. El patético discurso del coronel Antonio Benavides, segundo comandante de Operaciones de la Guardia Nacional de Caracas, cuando reprimía la marcha pacífica de la oposición (22-8) contra la recién aprobada Ley de Educación así lo evidencia. Su perorata partidista es impensable y sin cabida en una democracia formal y con instituciones confiables. La idea que la recién concebida liga militar-manufacturera propugne un nuevo caudillaje en el sistema educativo es alentada, básicamente, por los conversos del gabinete que por halagar al jefe desdicen de los principios que juraron defender cuando se educaban en nuestras universidades: caso ministro de Educación Héctor Navarro. Estas aturdidas fusiones tienen el firme propósito de instituirse en las aulas para catequizar a nuestros jóvenes con doctrinas ya desterradas pero que le sirven a Hugo Chávez para preservarse en el poder. A él poco le importa que ello conlleve sustituir el precepto educativo tradicional por otro paraeducacional. Los recintos de preescolar y primaria, por razones obvias, son los blancos "convenientes" para esa penetración. Chávez, como militar, omite el juicio cívico porque no lo entiende o no le interesa entenderlo. La experiencia de ese revoltijo de funciones ya ha sido experimentada con resultados catastróficos. El llamado nasserismo, en la década de los sesenta, llevó a Egipto a la decadencia cuando la mente enfermiza de un megalómano, el presidente Nasser, trató de expandir a todos los ámbitos públicos una concepción cívico-militar "original" e interventora basada en una alucinación llamada "nacionalismo árabe o panarabismo" de orientación socialista y populista. Además que nunca llegó a cuajar dejó a su país en la ruina. Volviendo a nuestro espacio político. Se pretende instaurar en el pueblo un mito conducente a destacar la eficacia profesional de los técnicos cubanos la cual debe ser emulada por los venezolanos. La mentira, aunque sustentada en una propaganda extensa y bien premeditada, sólo cautiva a los pertinaces necios que aún viven del gobierno. Las antihumanas condiciones de la militarizada población cubana, la apiñada y creciente miseria colectiva, el excesivo belicismo estatal y la constante manipulación de cerebros, aunados al aislamiento científico y cultural de su pueblo, conforman un entorno de indiscutible retroceso institucional. En ese decadente contexto es imposible imaginar algún desarrollo sistemático y diestro. La intervención de la escuela tradicional para convertir a sus alumnos en una legión de pequeños piquetes alborotadores, nos arrima más a modelos fracasados y extraños a nuestra cultura que a la dinámica progresista del mundo desarrollado. Eso poco le importa al presidente. De allí su predilección por sistemas gubernativos como los de Libia, Irán, Siria, Argelia, Bielorrusia, entre otros, en los que "el jefe" antepone sus ansias de poder por encima del progreso y bienestar colectivo.

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