domingo, 20 de septiembre de 2009

El legado del crimen


EDITORIAL EL NACIONAL - Dar una mirada al legado del crimen no es asunto frecuente. Por lo general pensamos en sus implicaciones inmediatas, el dolor de los deudos, el trauma de los hijos. Cierto, es algo terrible, una sensación de desamparo, una conmoción de impotencia. Siete Días se detiene en el rostro del desamparo, retratado en el reportaje "El duelo tiene rostro de mujer". Una exploración sensible a ese mundo que deja la violencia, que día tras día asedia a la mujer venezolana de modo particular. Miles y miles de compatriotas son condenadas a la soledad, su número crece de manera fatal, ante la impasibilidad de quienes tienen bajo su responsabilidad la obligación de garantizarle a la gente su tranquilidad y su seguridad. "Ellas se convierten en sobrevivientes" del crimen, sobrevivientes que se ven obligadas a velar por sus hijos, cuando pierden a sus esposos, lo cual sucede con demasiada frecuencia. El periodista David González conversó con Rosana González; escuchó una historia que conmueve. Su hijo tenía 17 años cuando fue asesinado por una banda de La esquina caliente. A Rosana la amenazan y le dicen: "Te subiste al tren de la muerte". Como Rosana, son muchas las venezolanas que tienen las vidas rotas, que a la par del duelo, deben abrirse paso en la vida porque otras responsabilidades las llaman, otros hijos. De ahí que, en efecto, "el duelo tiene rostro de mujer". La tragedia de la mujer venezolana es objeto de estudio y de investigación por El Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, por el Instituto Latinoamericano de Ciencias Sociales, por el Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela. La profesora Magally Huggins da las cifras del drama: alrededor de 70% de los homicidios sonvarones, entre 15 y 45 años de edad. Según Higgins, en los últimos 13 años, un millón de personas se convirtieron en lo que llama "víctimas secundarias", la gran mayoría mujeres. La pena que deja la violencia no tiene parangón. Otras penas van acompañadas de comprensión. "Pero cuando te matan a un ser querido, no sólo es algo súbito sino que hay alguien que asumió el papel de Dios". Unas cuantas mujeres han asumido la tragedia de manera admirable. "Salieron del luto y se convirtieron en activistas". La batalla por los derechos humanos les abrió expectativas que le dan un sentido adicional a sus vidas. Luchar por los derechos humanos de otros es una alternativa que la sociedad agradece. Luchan también por la justicia y por la equidad, contra los avatares de que fueron víctimas, como son los casos de Omaira Ramírez y Wilmar de Hernández. Conviene que todos recorramos los caminos de la solidaridad. En la lectura de estos textos hay un mensaje profundo. No es un ejercicio banal. Una campanada a la sociedad, porque el país que ahora somos se prolongará fatalmente en la Venezuela del futuro. Estas páginas son un grito de inconformidad. Es preciso que los gobernantes oigan estas voces solitarias. Una y otra forman el coro de la desesperanza que se convierte en clamor.

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