lunes, 26 de enero de 2015

Llegamos al llegadero y el mensaje debe cambiar












Por: Armando Martiní - @armandomartini

Vamos a estar claros. Venezuela no está mal, no está en una crisis económica ni de suministro de bienes a la población. Venezuela está mucho peor, la economía no está en crisis sino que es simplemente un juego de torpes que juegan Monopolio sin saber leer, escribir ni contar.

No importa cuántas toneladas de alimentos y productos básicos importe el Gobierno, buena parte llegan tarde, se distribuyen de manera incompetente, gran parte se desvía por los tortuosos pero eficientes caminos del contrabando y del comercio ilegal e informal, y los que finalmente llegan a los sectores populares que el Gobierno asegura defender y proteger, son vendidos baratos –entendiendo por “baratos” que sus precios son inferiores a los que cobran los buhoneros- pero en cantidades limitadas a personas de uno y otro sexo, de todas las edades y sin distingo de estrato social que han tenido que hacer larguísimas, agotadoras y humillantes colas –incluyendo muchos para quienes los productos por los cuales debieron esperar a sol y lluvia simplemente no alcanzan, se agotaron antes.

Eso es ahora, en el primer mes del primer trimestre del año, cuando esta entelequia que Nicolás Maduro y su corte llama “Gobierno” está recibiendo los dólares del petróleo vendido tres meses atrás, cuando todavía no llegaba a los precios de ahora. Debemos prepararnos para el segundo trimestre, cuando se empiecen a recibir los dólares por el petróleo a 40 dólares, que es lo que valía entre diciembre y enero.

La oposición, demasiado tiempo inconsistente y dividida entre personalismos y necedades, se sacó de la manga hace unos meses la propuesta de una constituyente, como si con lo que esperaban fuera una distracción de las angustias y furias reales se resolvieran las dificultades. Si fuera a ser así, y sus proponentes parecían creerlo, la constituyente le convenía al Gobierno y a la oposición atrincherada en la MUD.

El problema es que no era ni será así. La Constituyente, en el mejor de los casos, debería ser convocada después que se resuelvan, al menos en parte, los aplastantes problemas de la falta de divisas, la inseguridad, la inflación, la deficiente calidad de vida, la destrucción de la producción nacional, la pérdida –casi total- de la capacidad del aparato productivo y el encarecimiento brutal de los pocos productos que no sean víctimas del desabastecimiento. La Constituyente podrá darle un mejor escenario a un nuevo Gobierno, pero hay que empezar por tenerlo.

El tema clave ahora es la posibilidad concreta de cambiar la Asamblea Nacional. Porque obliga a preguntarse qué pasa de cara a las inminentes parlamentarias con ese creciente –de hecho mayoritario- sector de la población que ya no cree en el chavismo ni mucho menos en sus dirigentes pero tampoco en la capacidad de la oposición. ¿Hacia dónde mirarán esos venezolanos de todos los sectores que están convencidos de que no tienen ni a dónde ir ni en quien confiar ni creer?

Es muy difícil asumir que esa mayoría indignada, frustrada y peligrosamente decepcionada piense en conceptualizaciones cuando día y noche tiene que ingeniárselas a ver dónde diablos consigue alimentos, jabón, papel higiénico y otros productos de primera necesidad a precios asequibles y en cantidad suficiente.

Es una gran masa poblacional a la cual la increíble torpeza del Gobierno, la falta de iniciativas del chavismo y las divagaciones de una oposición que sigue creyendo en la política aquella de los años 80 y 90, han llevado al extremo, a poner a millones de venezolanos contra la pared, a la altamente riesgosa situación de sentir que ya no tienen nada que perder.

Los muy pocos dirigentes que le quedan a la oposición con algún impacto popular –Capriles, Machado y López- no deberían seguir perdiendo tiempo atacando a un presidente tan necio que abandona un país en la peor crisis y donde son asesinadas decenas de personas –incluyendo despistados funcionarios policiales a los cuales matarlos para robarles una pistola parece ser cosa sencilla- para ir a Arabia Saudita a darle el pésame al rey de un país donde las condenas a los rateros incluyen latigazos, donde por encima de su abrumadora riqueza nada se mueve y nada se dice sin la aprobación del monarca y donde gobierna la misma familia desde 1923. Si Maduro cree que ese viajecito le ganará apoyo para que Arabia Saudita ayude a Venezuela con lo de culpar a una política oficial de Estados Unidos contra este país, Rusia e Irán, es que está más despistado de lo que ha demostrado desde que Chávez –que ya todo el mundo, empezando por los chavistas sabe que se murió y no hay mando en el chavismo- y tuvo la equivocadísima idea de designarlo sucesor.

Lo único que deben hacer los partidos de la Mesa de la Unidad Democrática, ninguno de los cuales alcanzaría hoy siquiera un 10 % de los votos por sí mismo, es fortalecer sin la menor duda la unidad a fondo, dejar de lado los sospechosos “consensos” y convocar a un masivo proceso electoral en base a primarias, y hacerlo cuanto antes, para que la gente realmente se sienta motivada a dar calor y presencia a la selección de candidatos a diputados.

Lo único que deben hacer los escasos líderes de rango nacional de la oposición –y sólo son cuatro, Capriles, Machado, López y Ledezma-, es dejar de lado a Maduro, cuya única habilidad real parece ser destruir su propia imagen, y dedicarse a explicarle al país cómo van a resolver una crisis que ya es inmanejable. Es decir, convencer a la mayoría de los venezolanos que no sólo hacen oposición sino que vale la pena pensar en alguno de ellos como Presidente porque efectivamente tiene soluciones concretas en su propuesta.

Si el chavismo y lo que se supone es Gobierno no empieza a resolver ahora mismo los graves problemas –y no los está resolviendo, siguen atacando y tratando de expropiar y controlar a los pocos que todavía son capaces de una distribución razonable de productos- que indignan a los venezolanos día y noche; y si la oposición no logra desembarazarse de bandidos, hipócritas e inútiles que todavía tiene, y no se termina de convencer de que la unión clara y creíble es su única vía posible, no iremos a peor porque ya estamos allí, sino que ni siquiera podremos ver alguna lucecita al final del túnel caótico del desastre.

Da la impresión –confiemos que no sea sólo un “wishfull thinking”- de que Leopoldo López ha mantenido esa posición desde hace varios meses, debería profundizarla, ya es hora de que López deje de hablar como mártir y lo haga como posible Presidente. Igualmente María Corina pareciera estar en lo mismo, es momento ya de que los venezolanos sepamos qué haría una María Corina Machado Presidente. Antonio Ledezma es un feroz y punzante crítico pero no basta con hablar de su gestión metropolitana, debe aclararse con Venezuela. Y Capriles parece haber comenzado, pero debe recordar que más importante que aparecer todos los días es hacerlo con profundidad.

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