Por: Fernando Facchin
No podemos ocultar estamos atravesando una de las etapas más negras de la historia política; la vergonzosa realidad de un proceso degradante del país, con un régimen cuyas deleznables prácticas lo destruyen día a día, donde el cinismo pareciera que ha llegado para quedarse. La actuación de los Carteles: militares, civiles, judiciales y electoralesson el principal indicativo de la descomposición de las instituciones, pero sobre todo de nuestra dignidad y soberanía nacional.
Las firmas, abrumadoramente logradas, abrieron el camino para reivindicar al país por medio del proceso revocatorio; el régimen, dentro de su terror por el desalojo que se le augura, ha impuesto e interpondrá cualquier felonía que se le ocurra al “constitucionalista de alquiler” que los ¿asesora?, pero recordemos palabras de Federico Mayor ex-director de la UNESCO: “la democracia, la voz del pueblo, constituye el único contexto en que los actuales derroteros torcidos pueden enmendarse (...)”“Que no se calle la calle”.
Reina la mediocridad, la ignorancia, la ineptitud, la represión, el vocabulario escatológico y la obediencia indebida, sancionada expresamente por la CRBV en su artículo 25; las instituciones son carteles en una red de sumisas, bochornosas y espurias lealtades, lo que desvirtúa la “democracia participativa y protagónica”, detrás de esa frase, se oculta un totalitarismo pernicioso, violador de los derechos humanos, de la dignidad ciudadana y de la soberanía, por ello el rechazo tajante y concluyente del pueblo al régimen.
Vivimos graves momentos de incertidumbre ante la intolerancia y la deslegitimación del régimen, por tal razón estamos dispuestos a luchar con todas las fuerzas posibles en defensa de nuestro país. Con el triunfo del 6D y el “Firmazo”, hemos ganado dos batallas, pero la guerra continúa y la lucha no debe flaquear, lo que nos espera es violencia verbal, física, moral y psicológica, debemos estar preparados.
La soberbialos hincha, la iracundia los inflama, perder la rapacidad les inquieta, la crueldad los estimula, la ambición los deleita y los precipita hacia la iniquidad; la violencia siempre ha sido una creación del poder contra los principios que permiten vivir con dignidad y libertad, cuando esto es así, el pueblo reacciona ante el trato degradante que ataca la ciudadanía. Quien causa violencia pierde el respeto de los demás y hacia sí mismo, por otra parte, el vandálico régimen demuestra una impotencia menesterosa, es el desespero de quienes han perdido la capacidad de control, allí surge el desprecio hacia los demás, el temor, el aislamiento, el resentimiento y la insatisfacción, además, de una amplia constelación de enfermedades psicosomáticas, en consecuencia, la violencia sostenida está en la génesis de los trastornos de la personalidad, las conductas violentas acaban por configurarse en un patrón psicopatológico casi imposible de modificar, donde su mayor deleite está en infligir terror y dolor en forma fríamente calculada y despiadada y utilizar su sinrazón para satisfacer pasiones perversas contra los DDHH. No olvidemos que la latas vacías son las que hacen ruido y que la agonía es larga pero la muerte es segura.
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