Director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
Nuestro país
tiene un raro olor a subterfugio. Se tensa en la piel esa empalagosa sensación
a calamidad, con el gotero indeseable de la agonía de quienes van al cadalso; el
paredón de la despiadada congoja del hambre, repartida a las masas con el
descomunal esquema del engaño.
Las radicales
apetencias gubernamentales sobrepasan las esferas de esta dimensión. Se afanan
en sus tretas por regalar polémicas en los medios, culpar en su opereta al más
ingenuo y ensartar implacables y descarados dictámenes en la balanza
desequilibrada de la justicia venezolana.
Pero la
maniobra más sombría de su libreta socialista son los rictus a costa de la
salud espiritual del país. Sus andanzas hurgando donde nos se les ha invitado, ha
llegado al extremo de intervenir la paz del sepulcro, con el furor abrupto de
lo demoníaco y lo inapropiado.
La profanación
de los restos de Bolívar fue su inicial transitar por lo sacrílego. La
violación sepulcral llevaba la idea de hacer una ronda demoníaca y jugar en el
complicado escenario de las circunstancias, para evitar el derrumbe del poder,
dejando de lado la aprobación divina y circunscribirse a la elemental argucia
del maligno.
Se dice que
aquella herejía tenía el alegato de desentrañar la verdad sobre la muerte del
Libertador; que sirvió para mostrar su verdadera catadura y detallar su faz,
confiriendo un nuevo retrato del padre de la patria con rasgos zambos como los
de Chávez, cuando todos sabemos de su innegable origen español.
Hoy sus
ceremonias allanan la tranquilidad de las tumbas de Isaías Medina Angarita y
Rómulo Gallegos, precisamente cuando les zumban en el oído de la estabilidad,
las protestas por falta de alimento, los esfuerzos por concretar el referéndum
revocatorio y la petición en la OEA por la activación de la Carta Democrática.
La maquinación de paleros, brujos, babalaos, expertos
de la baraja, prestidigitadores y taimados escrutadores del destino debe
centrarse en este momento en evitar la caída estrepitosa de este gobierno, que
llega a los extremos del abuso de su dominación y sus remiendos de la crisis ya
no aguantan una zurcida más.
Violentar las
tumbas como por capricho esotérico sólo le da compases fúnebres a un mandato
con acta de defunción. Miembros del gobierno trataron de negar con altanería esta
nueva profanación, mientras los desconcertados familiares de sendos personajes
de nuestra historia, mostraban fotos de sepulcros abiertos por las redes
sociales y en su confusión no sabía sin mover los restos de estos ex
presidentes, exhumarlos o esperar al cambio de las realidades nacionales.
Entretanto, el
ciudadano no come de cuentos y tampoco de alimentos, por ello ha salido a la
calle a reclamar con estruendo su ansiedad, mientras el CNE borra firmas para
el referéndum con la voluntad del retardo y busca la validación en su
complicada agenda de estipulaciones sin sentido, olvidando que cada rúbrica fue
estampada con la convicción de los esperanzados por una salida no violenta a
este disparatado sistema.
Desconozco si
es real que desde aviones los hechiceros del gobierno lanzan polvillos para
apaciguar al pueblo; si el ateísmo es mayor al amor comunista o si los billetes
tienen la ilustración de seres de ultratumba del mal y no los patriotas de
antaño; sólo estoy claro que la arbitrariedad se les ha ido tan de las manos,
que el caos estremecedor lleva el sello de la estampida social y en cualquier
momento puede darse un cambio no planificado; peligroso, grotesco e incierto
para todos.
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