Por: Luis Homes Jiménez - @luishomes
“Nuestra
Revolución Avanza” dijo el hombre orgulloso con un batido en la mano,
en un modesto y popular establecimiento en el centro de Aruba.
Bonifacio sonríe y en tono cínico agrega. “Es que ustedes creen que
somos caídos de la mata. Tenemos todo controlado y no se crean que hay
un diputado 99, la verdad es que hay 101. O sea, dos más por si acaso.
Todo el mundo tiene su precio y cuando los ingenuos creen que este
gobierno va a caer, las cotizaciones se ponen más altas, pero sigue
habiendo dinero para trabajo político. Es más, para eso es lo único que
hay”. Las dos damas que le acompañan, supongo esposa e hija, colocan las
bolsas de compra sobre una improvisada mesa. Gucci, Hermenegildo Zegna,
Thifany y Valentino. Piden batido de lechoza.
Bonifacio
suelta otra prenda. “Tampoco se dan cuenta que este es otro gobierno,
en construcción, pero es otro gobierno. Y que no les quede duda que más
severo y cruel que el de mi Comandante. Puede que haya más jefes y que
al visible nadie lo respete, pero la revolución avanza. ” En el momento
recordé las noticias del fin de semana que acababa de leer en la mañana
por internet. Las sanciones a los diputados Borges, Bracho y Machado, la
creación de un servicio presidencial para restringir la libertad de
información y las destempladas y reiteradas declaraciones de Maduro por
cualquier movimiento opositor.
Interrumpo
la conversación para decirle a mi viejo amigo que en las elecciones
municipales el gobierno se las verá muy apurado y que el avance que está
anunciando será de pocos meses… y suelta una carcajada que le hace
ahogarse estruendosamente. Traga grueso, casi no puede hablar hasta que
por fin, con la cara roja me dice: “Y siguen enfocándose en las
elecciones, que bueno que caen en la trampa”. Yo le pregunto ingenuo si
piensan suspender la consulta en diciembre, pero dice que no, que es
irrelevante que se realicen o no porque tienen el control de la
población asegurado. “Nosotros siempre ganamos “y mira picándole el ojo a
sus dos espalderos morenos que no reconozco como nativos de la Isla. A
ellos les pide dos jugos de naranja, paga la cuenta de todos y se va
tarareando una canción.
Yo
alerto a las damas que están olvidando sobre la mesa una bolsa de
Gucci. Y me quedo pensando en tomarme o no otro batido, mientras
digiero sus verdades.
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