Por: Karlos Rovira -
http://karlosrovira.wordpress.com
Las sociedades se articulan alrededor de consensos. Cualquier
dialéctica se basa en un consenso previo, de otra forma no puede
existir.
El voto es un derecho, pero sólo uno de tantos y no el más importante.
Los derechos no se votan, surgen del consenso social, que es la
cultura. Si se somete cualquier principio fundamental al voto se cae en
el fascismo, que es una contradicción, ya que si todo puede ser votado,
podría votarse el fin del derecho al voto (y en efecto sucedió en los
países fascistas de Europa de la primera mitad del siglo XX). Ergo los
derechos fundamentales vienen primero que el voto, son su base y no son
sometibles a él.
El argumento de los fascistas es que la “voluntad popular” debe
decidirlo todo y que ésta se expresa a través de la opinión mayoritaria.
Imaginémonos que que los judíos de Alemania NAZI hubiesen tenido como
voluntad, expresada por la mayoría de los alemanes que en un 80% votaron
a Hitler, de ser exterminados: ¡es ridículo y perverso! Esa es la
perversión de la lógica fascista.
Pero la lógica fascista es falaz, ya que sólo los individuos poseen
voluntad. La famosa “voluntad del pueblo” es una mentira diabólica, base
de la barbarie fascista, que debemos desterrar.
Ningún individuo puede decidir libremente ser esclavo, decir algo así es esgrimir un argumento psicópata.
Por todo lo anterior es que los derechos no se votan, los posee el
ser humano por el mero hecho de ser humano, no puede renunciar a éllos
de forma voluntaria, no dependen de ninguna “voluntad popular” ni
barbaridad por el estilo. Son irrenunciables e inalienables. Cualquier
individuo o grupo, mayoritario o minoritario, que vaya contra dichos
derechos es criminal. Y es derecho y deber de todo individuo defender
sus derechos y ayudar a quienes ven sus derechos vulnerados. Y ningún
juez de la tierra, ninguna ley, ninguna ideología política, ninguna
mayoría por más mayoritaria que sea, puede negar estos derechos.
La moral es individual, no colectiva. Quienes actúen contra los
derechos de otros son culpables sin excusa alguna, no importa su número.
Y quienes resistan son el Bien, sin importar su número tampoco.
El bien y el mal existen y son absolutos, no los determina la opinión
mayoritaria ni minoritaria, sino la Conciencia. Y el individuo vive en
el bien cuando hace aquello que manda su conciencia: aquello que es
correcto. Este es el significado más profundo de la libertad.
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