martes, 8 de septiembre de 2015

Quince días sin azúcar

El mundo parece haberle declarado la guerra al azúcar. Los refrescos, la bollería, las salsas o los helados han ocupado el lugar del tabaco y ahora son considerados como el nuevo demonio para la salud. Pero… ¿Es para tanto? ¿Realmente el azúcar refinado hace tanto daño a la salud como dicen? Existen multitud de estudios que advierten del peligro de la ingesta excesiva de esta sustancia. Pero por si el lado científico no fuera suficiente, también abundan los relatos de personas que han dejado de consumirlo y han experimentado una gran mejora en su vida.

Como el del periodista y escritor Michael Grothaus, que acaba de publicar en la web Fast Company  su experiencia al renunciar al azúcar, y que se ha convertido en un fenómeno viral.


Grothaus empieza explicando que siempre ha sido una persona con tendencia a engordar. “Incluso me obligué a escribir un artículo sobre dietas para poder adelgazar 36 kilos”. Una vez pasado este trance con éxito, confiesa que dejó de preocuparse por la comida. Consumía brownies, pasta, cereales y carne, todo con moderación: “pensaba que con tomar menos de 2.000 calorías al día me iba a mantener en mi peso”.

Pero una amiga suya dietista le advirtió que aunque consumía una cifra adecuada de calorías, se estaba pasando con las denominadas calorías vacías, las provenientes sobre todo de productos que contenían azúcar refinado. Como relata Michael, “me advirtió que casi todos los alimentos preparados y que eran bajos en grasas tenían un exceso de azúcar. También las salsas y las bebidas del Starbucks. Y que toda esa cantidad de azúcares básicamente nos volvía idiotas y nos hacía tomar malas decisiones”.

Ante esta información, el periodista se mostró escéptico. ¿Qué tiene que ver la capacidad de concentración con el azúcar? Su amiga dietista le dijo que había una forma de demostrar la existencia de esa relación: debía dejar de consumir azúcar durante dos semanas y así podría ver cómo cambia su cuerpo y su mente.

El hombre aceptó el reto, y no tardó en darse cuenta de lo difícil que iba a ser poder cumplir con su palabra: “Prácticamente toda la comida empaquetada tiene azúcar refinado. Por ejemplo, un Big Mac tiene 85 gramos de azúcar, o lo que es lo mismo, el 236% de lo que necesita un adulto al día. Así que voy a tener que dejar de tomar mi ‘premio’ dulce diario, los yogures, la leche y el azúcar del café, la pasta y el pan blanco”.

La dieta que consumió durante los 15 días que duró la prueba consistió en verduras frescas, carne de pollo y de ternera, pescado, pasta y cereales integrales, y por último, arroz. Tampoco se privó de fuentes naturales de azúcar, como la fruta. Ni dejó de tomar sus 2.000 calorías diarias.

El primer día, todo fue fácil. “Tomé mucha fruta, un pescado para comer y un filete con verduras para cenar. No tomé café con leche y no pasó nada destacable. Pero el segundo día empecé a tener un intenso dolor de cabeza. A pesar de haber desayunado fuerte -huevos y cereales- me sentía exhausto, ago que nunca me pasaba”.


Esta desagradable sensación duró varios días. “Sentía un mareo continuo y una intensa necesidad de azúcar. Contacté con una nutricionista llamada Rebecca Boulton, experta en azúcar, y me dijo que mi cuerpo estaba pasando por una especie de síndrome de abstinencia. Me encontraba en un periodo de ajuste, y los picos de abstinencia iban a durar algunos días más”.

El peor momento llegó el cuarto día. “Me sentía deprimido e irritable. Era incapaz de concentrarme en las tareas más sencillas. Habría vendido mi alma por un brownie”. Boulton explica que “en esa fase, el cuerpo está intentando buscar la fuente de energía que tenía con el azúcar, y como no la encuentra, la demanda y genera esa sensación de displacer”.

Todo cambió el sexto día. “La neblina desapareció. Ya no estaba mareado y de repente pensaba con tremenda claridad, sin estar enfadado. Esto se tradujo en una mayor productividad. Buscaba más historias para mi trabajo y me sentía con mucha energía. Absorbía la información mucho más rápido. Me sentía más listo”.

Estos no fueron los únicos beneficios. “A partir del sexto día, empecé a dormir mucho mejor. Tardaba 10 minutos en dormirme, cuando antes no lo hacía en menos de 30 minutos de meterme en la cama. Además, descubrí que había perdido peso: 5 kilos en dos semanas”. Boulton explica que el periodista había perdido peso gracias a no tener picos de insulina, la sustancia que segrega el cuerpo para poder controlar el azúcar en sangre, su cuerpo era capaz de digerir mejor los alimentos que consumía.

Por último, Grothaus destaca que lo mejor de haber dejado el azúcar es que se sentía mucho más feliz y equilibrado psicológicamente. Pero a pesar de todas estos beneficios, cree que no va a ser capaz de vivir sin azúcar refinado.Y no por él, sino por la industria alimenticia: “El azúcar refinado está escondido en decenas de miles de productos, así que lo terminaré consumiendo quiera o no. Su poder adictivo es superior al de la cocaína. Aún así, el beneficio que he obtenido estas dos semanas es demasiado poderoso como para ignorarlo”.

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